Mediodía de un viernes cualquiera en Cisjordania, bajo un sol veraniego abrasador. La pequeña localidad de Nabi Saleh, situada en una colina poco elevada al noroeste de la capital, Ramala, cobra vida con la llamada a la oración procedente de la mezquita local.
Al finalizar las plegarias, la gente se reúne a la sombra de un árbol cercano. Este viernes, al igual que todos los viernes desde 2009, los hombres, mujeres, niños y niñas de Nabi Saleh se preparan para dirigirse al manantial de la localidad.
Las niñas llevan vistosos vestidos y se envuelven en banderas palestinas. En el pasado, la gente ha aparecido ataviada con trajes de payaso, máscaras y disfraces de superhéroes. Fácilmente se podría pensar que es un grupo de personas de camino a una comida campestre familiar.
No es una comida campestre
Pero no es así. Los habitantes de Nabi Saleh protestan contra el robo de sus tierras, la pérdida de su fuente de abastecimiento de agua, y la ocupación militar israelí, cuyo ejército espera al otro lado de la valla.
Según explica Saleh Hijazi, adjunto de investigación y acción sobre Israel y los Territorios Palestinos Ocupados en Amnistía Internacional, el cercano asentamiento ilegal israelí de Halamish tomó el control del manantial en 2008, y los habitantes de Nabi Saleh no han podido acercarse a él desde entonces.
«Antes, los habitantes de Nabi Saleh utilizaban el manantial para las labores agrícolas», afirma. «Ahora es una zona turística a la que sólo pueden acceder los colonos.» Saleh señala las hileras de casas blancas del asentamiento construido en la colina de al lado. «Halamish lleva años ocupando tierras pertenecientes a Nabi Saleh y a Deir Nidha, otra localidad palestina.»
Saleh también señala la cercana base militar israelí y los vehículos todoterreno del ejército aparcados junto al manantial y en la entrada de Nabi Saleh.
Tres cámaras rotas
Los manifestantes abandonan la protección que ofrece la sombra del árbol y empiezan a avanzar por la carretera, coreando lemas y portando pancartas. Saleh, que lleva años visitando este lugar, explica: «Los soldados esperan con armas de gas lacrimógeno y granadas paralizantes. En cuanto los manifestantes llegan a un punto determinado, empiezan a utilizarlas; suelen apuntar directamente a personas y a sus casas».
«Si la manifestación no se detiene, el ejército empieza a disparar contra los manifestantes con balas metálicas recubiertas de goma y, en algunos casos, fuego real.»
«A veces el ejército utiliza cañones para rociar las casas de los lugareños con un compuesto fétido que deja un olor desagradable y persistente. También rocían el interior de las casas y a los transeúntes.»
Los habitantes de Nabi Saleh caminan por la carretera acompañados de activistas procedentes de todo el mundo que han venido a mostrarles su solidaridad y apoyo. Bilal Tamimi, con sus hijos al lado y la cámara al hombro, sonríe y les da la bienvenida al pueblo. Su cámara capta la lucha de los habitantes desde hace años, al igual que hizo Emad Burnat en 5 cámaras rotas, el documental nominado a los Oscar que habla sobre Bilin, otra localidad palestina.
Bilal graba la perseverancia de los habitantes de Nabi Saleh, su rebeldía y las tragedias que han vivido. De momento ya lleva tres cámaras rotas. Al menos una fue alcanzada por una bala metálica recubierta de goma.
Jóvenes que han perdido la vida
Dos jóvenes de la localidad han perdido la vida desde que comenzaron las manifestaciones en 2009. El primero, Mustafá Tamimi, tenía 28 años cuando lo mataron en diciembre de 2011.
«Ese día el ejército estaba haciendo un uso excesivo de la fuerza, y la gente respondió lanzando piedras a los vehículos todoterreno que se marchaban», cuenta Saleh.. «Entonces, un soldado que iba en el último vehículo abrió la puerta, apuntó directamente a la cara de Mustafá y lanzó a corta distancia una granada de gas lacrimógeno.» Mustafá murió en el hospital dos días después.
A medida que la manifestación avanza colina abajo, Saleh nos muestra el lugar donde Rushdi Tamimi fue alcanzado por fuego real en noviembre de 2012. Tenía 31 años y también murió en el hospital dos días después. «Además hemos visto a cientos de personas, incluidos niños y niñas, con heridas en el tronco y la cara causadas por balas metálicas recubiertas de goma.»
Rushdi era cuñado de Bassem Tamimi, otro líder de la lucha al que Israel había encarcelado anteriormente por participar en las manifestaciones. Hoy Bassem habla con un joven periodista sobre la importancia de manifestarse pacíficamente. Los hijos de Bassem lo acompañan en la manifestación, pero no así su esposa, Nariman Tamimi, una destacada activista.
Hombres y mujeres, codo con codo
Nariman –cuya imagen aparece en el sello de arriba, a la izquierda– se ha visto obligada a quedarse en casa porque las autoridades israelíes han ordenado su arresto domiciliario. Así que da la bienvenida al constante flujo de activistas y simpatizantes ofreciéndoles tacitas de intenso café negro.
«Nariman y otras mujeres de Nabi Saleh lideran esta lucha», explica Saleh. «Aquí los hombres y las mujeres hacen frente codo con codo al acoso constante del ejército.»
Volvemos a la manifestación; los niños y las niñas se quedan bajo un árbol, coreando y cantando con un megáfono, mientras los demás bajan por la colina y se dirigen hacia el ejército. En seguida el ejército empieza a lanzar granadas de gas lacrimógeno, y las laderas de la colina quedan ocultas tras nubes de humo.
Unámonos y digamos «ya basta»
«Es muy importante que mostremos solidaridad con los valientes defensores y defensoras de los derechos humanos de Nabi Saleh», dice Saleh. Tenemos que unirnos y decirles a las autoridades israelíes que dejen de acosarlos.
“Tenemos que insistir en que dejen de utilizar fuerza excesiva contra los manifestantes. Y tenemos que pedir que los soldados rindan cuentas por las personas muertas y heridas y por los daños a la propiedad que están causando.»
«A través de nuestras voces, acciones y solidaridad, todos los pueblos que organizan manifestaciones pacíficas y periódicas contra la ocupación militar en los Territorios Palestinos Ocupados sabrán que no están solos.»
“Tenemos que decirles a las autoridades israelíes: ya basta. Ya no os enfrentáis solamente a un pueblecito en una pequeña colina. Ahora tendréis que contar con todo el movimiento de Amnistía Internacional.»