¿Va a dejar Europa que mueran más refugiados y migrantes en el mar?

 

“Cuando el barco se hundió, no pude encontrar a mis amigos. Pregunté: ‘¿Dónde están?’ Luego encontré a Omar, pero no encontraba por ninguna parte a otro amigo. Intenté ayudar a otros, pero no pude. Omar y yo nos ayudamos mutuamente, pero fue difícil nadar durante horas. En el agua todos buscaban a su familia y sus amigos.”

Mohammed, refugiado sirio de 21 años, nos contó la dramática experiencia que sufrió el 11 de octubre de 2013, cuando el barco en el que viajaba junto con unas 400 personas más se hundió a 70 millas de Lampedusa, una isla italiana del Mediterráneo.
Alrededor de 200 personas fueron rescatadas y se recuperaron 27 cadáveres del mar, pero es imposible saber el número real de muertos.

Estamos en Malta, intentando averiguar qué pasó exactamente ese día y si se podría haber hecho algo más para rescatar a los niños, mujeres y hombres que viajaban con Mohammed.

Hay muchas preguntas que siguen sin respuesta: ¿Reaccionaron las autoridades maltesas e italianas con la suficiente prontitud? ¿Se cometió un error al valorar la gravedad de la situación cuando las autoridades recibieron la primera petición de socorro del barco? ¿Se emplearon todos los medios disponibles para el rescate?

Seguiremos haciendo estas preguntas y exigiendo que se rindan cuentas íntegramente por lo sucedido.

Es angustioso oír a Mohammed hablar sobre ese día. El trauma sigue estando fresco en su memoria, sobre todo al llegarnos la noticia de otra tragedia frente a la costa de Lampedusa hace justo unos días.

Los 206 sobrevivientes rescatados por barcos comerciales y la armada italiana están llegando a Italia mientras escribimos estas líneas, junto con los 17 cadáveres recuperados en el mar. Según los informes, sigue habiendo unas 200 personas desaparecidas.

No hay duda de que oiremos más testimonios dolorosos, como los de Mohammed, de quienes han sobrevivido.

Muchos políticos europeos y representantes de la Unión Europea expresan su conmoción y su tristeza por este último naufragio frente a Lampedusa. Igual que hicieron tras el naufragio en el que Mohammed y Omar casi perdieron la vida y otros viajeros perdieron a sus hijos, cónyuges, hermanos y hermanas. Pero ¿se tomarán medidas concretas para cambiar esta situación surrealista en la que personas corrientes, desesperadas por huir de unas guerras sangrientas y de la persecución, tienen que arriesgar la vida para ejercer el derecho humano fundamental de pedir asilo?

El naufragio del 11 de octubre de 2013 fue un punto de inflexión para Italia, que inició la Operación Mare Nostrum y aumentó en gran medida los recursos destinados a rescates marítimos. Ha habido resultados: decenas de miles de refugiados y migrantes han sido rescatados y llevados a Italia desde el 18 de octubre, cuando empezó la operación. Y demuestra que si hay voluntad política, hay una solución.

Sin embargo, aunque la armada italiana haya salvado miles de vidas, deben sumarse otros Estados europeos y la UE para garantizar que no hay más muertos.

Cuando los ministros de la UE se reúnan en Bruselas el 5 y 6 de junio para hablar sobre políticas de migración, cualquier sugerencia de reducir la operación, cuando no de ponerla fin, sería inconcebible, pues traería más tragedias en el mar. Por el contrario, debe darse la máxima prioridad a reforzar los recursos destinados a las operaciones de búsqueda y rescate en el Mediterráneo.

Los jefes de Estado y de gobierno —y todos los que están en el poder— deben garantizar que Europa pone los derechos de migrantes y solicitantes de asilo en el centro de las políticas sobre migración. Tienen que decidir si tienden la mano a quienes arriesgan la vida para llegar a las costas europeas o si se cruzan de brazos mientras cientos de personas más mueren en el mar.

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