Por: Soledad Aquino, Activista de Amnistía Internacional Paraguay
Dicen que quedan pocos montes en la zona de Alto Paraná, Canindeyú, Ciudad del éste, y otros. Ya ni monos hay. Dicen que si haces un paneo sobre estás tierras, solo veras cultivo de soja por doquier, donde antes solo se veía el verde de los montes. ¿Qué pasó? Es imposible no sentir tristeza, cuando alguien con lágrimas en los ojos vuelve a sus recuerdos y describe como fue su hogar alguna vez. Cristóbal Martínez, líder de la comunidad Indígena Avá Guaraní – Sauce junto con su hija Amada Martínez, nos narran su historia.
Durante la construcción de la Hidroeléctrica Itaipú en 1974, los pobladores de la comunidad Avá Guaraní – Sauce fueron informados que sus tierras serían inundadas a causa de la subida del agua, bajo esta condición fueron trasladados a 150 kilómetros de distancia de sus tierras nativas, en un lugar llamado Jukyry. Una vez instalados en esta zona, la comunidad Sauce se encontró con una situación drástica, no contaban con agua en la zona, no tenían suficiente bosque para recolectar alimentos, la tierra era muy seca y esto hizo imposible el cultivo en éste lugar.
“Mucho sufrimos, algunos murieron de tristeza y de enfermedades, otros fueron a buscar trabajo en las estancias, en Buenos Aires y en Brasil. Nos separamos y perdimos contacto con muchos de nuestros parientes” Comentó Martínez.
Al cabo de un tiempo los líderes recorriendo las zonas cercanas para cazar, descubren que sus tierras jamás fueron inundadas por las aguas, habían sido engañados. Fueron trasladados a otro lugar con el fin de que dejaran las tierras libres. ¿Que encontraron ahí? Parte de sus tierras fueron destinadas para la Reserva de Itaipú y el resto para el cultivo de soja.
Buscaron ayuda en el INDERT, Itaipú y en otras instituciones para que les devuelvan sus tierras. Pero no obtuvieron el resultado que buscaban. Entonces, toda la comunidad decide volver al mismo lugar donde estuvieron hace más de 30 años. Con la certeza clara de que esas tierras pertenecieron a sus padres y abuelos, y por ende, los verdaderos propietarios son ellos, a pesar de esto, recibieron amenaza constante de desalojo.
“Ya no hay bosques, solo ese pedazo de tierra que nos pertenece a nosotros, ahí hay agua, peces y árboles. Ya no es grande el bosque porque a su alrededor hay cultivos de soja, estamos rodeados” Manifestó Martínez.
El templo sagrado, el cementerio y su escuelita, estaban instalados en ese territorio. Sin embargo, sufrieron un nuevo desalojo en septiembre de 2016, dicha actividad fue muy violenta, ni siquiera fueron notificados de que serían desalojados. Funcionarios del Instituto Paraguayo del Indígena (INDI), y Grupo Especial de Operaciones fue la comitiva que llegó para llevar a cabo el brutal desalojo de los Avá Guaraní.
“Se abalanzaron sobre nosotros, destruyeron todo lo que teníamos. Nuestras viviendas fueron quemadas, mataron a nuestros animales, no tuvimos tiempo de salvarlos, le echaron veneno a nuestros cultivos con el fin de destruirlos, quemaron nuestro templo y el lugar donde realizábamos nuestras danzas” dijo Martínez.
Las personas de esta comunidad tomaron lo que pudieron y corrieron por sus vidas hacia los montes. Hoy se encuentran en la Reserva de Limoy, de Itaipú. Monte, donde no pueden cazar, pescar ni cultivar la tierra, ya que por medio de un acuerdo con Itaipú tienen permitido estar ahí temporalmente, mientras el Estado encuentra una solución a esta situación.
Cristóbal Martínez, líder de la comunidad recuerda, que en el 2013 el Estado Paraguayo reconoció su deuda histórica con las comunidades Indígenas Paranaenses que fueron afectados por la construcción de la hidroeléctrica Itaipú. Sin embargo, pese a este reconocimiento, jamás han recibido ayuda alguna por parte del Estado, mas bien, todo lo contrario. Existen leyes que reconocen que hemos habitado estas tierras desde mucho antes de que existiera Paraguay, dijo Martínez.
A pesar de estar conscientes de que ese pedazo de tierra que reclaman se encuentra totalmente rodeado por el cultivo de soja, y que esto con el tiempo puede afectar la salud de la comunidad, Martínez manifiesta que no se rendirán. Tienen que estar ahí, porque es tierra ancestral de la comunidad y porque si dejan de luchar, ese pequeño monte también va a desaparecer en poco tiempo. Y entonces, ¿A dónde irían?
“Queremos recuperar nuestras tierras para poder vivir de forma digna, para transmitirle a nuestras generaciones nuestra cultura, nuestras danzas, nuestro estilo de vida. Queremos cuidar del monte, forestarlo otra vez, porque ya queda muy poco. No queremos que se contamine el agua cristalina que fluye de una naciente, no queremos que mueran los peces que todavía quedan ahí” finalizó Martínez.