© Amnesty International (Foto: Robert Godden)
Por Mabel Au, directora de Amnistía Internacional Hong Kong.
Tan perturbadores como resultan los relatos de abusos de las trabajadoras migrantes domésticas, raras veces son noticia.
Y cuando lo son –como en el caso de los terribles abusos sufridos por Kartika, a quien sus empleadores golpeaban, acuchillaban, ataban y hacían pasar hambre–, la indignación por tan lamentable trato es general.
Resulta tranquilizador saber que Catherine Au Yuk-shan y su esposo, Tai Chi-wai, fueran declarados culpables y encarcelados por los abusos que infligían. Muestra que el sistema funciona y que tales casos son una excepción. ¿O no es así?
La incómoda verdad –puesta de manifiesto en el último informe de Amnistía Internacional, Exploited for Profit, Failed by Governments– es que el engaño y la explotación son generalizados.
Es una situación de trata y mano de obra forzada, en la que fallos sistémicos fomentan la comisión generalizada de abusos.
Aprovechando los resquicios jurídicos, agencias de contratación poco escrupulosas de Hong Kong e Indonesia han construido un complejo y opaco sistema para burlar las leyes nacionales.
El objeto de las agencias es bien sencillo: obtener de las trabajadores migrantes domésticas tanto dinero como puedan cobrándoles precios excesivos e ilegales por sus servicios. Lo hacen sin temor a sufrir represalias, pues ninguno de los dos gobiernos parece dispuesto a tomar medidas efectivas contra ellas.
Desde el primer momento, las mujeres son engañadas por los intermediarios y las agencias de contratación en Indonesia, que no les informan bien de lo que van ganar ni del elevado precio de sus servicios. Cuando descubren la verdad, han contraído ya misteriosamente una deuda equivalente a miles de dólares de Hong Kong, que en la mayoría de los casos les impide echarse atrás.
Casi un tercio de las trabajadoras domésticas indonesias de Hong Kong han sido engañadas por la agencia de contratación al ser informadas de sus condiciones de trabajo, en especial de su salario, según una encuesta del Sindicato de Trabajadores Migrantes Indonesios.
Cuando las trabajadores migrantes indonesias llegan a Hong Kong, muchas (un tercio, según también el Sindicato) son obligadas a firmar un engañoso acuerdo de préstamo, en virtud del cual tienen que “devolver” hasta 21.000 dólares de Hong Kong en siete meses. Nada menos que el 85 por ciento de las encuestadas dijeron que habían pagado más de lo legalmente establecido.
Además, muchas dijeron que les pagaban menos del salario mínimo.
¿Que ocurre si quieres escapar o presentar una denuncia? Las agencias te confiscan (ilegalmente) el pasaporte. El 75 por ciento de las trabajadores migrantes domésticas indonesias entrevistadas dijeron que las agencias o sus empleadores se habían quedado con sus pasaportes. Más de un tercio afirmaron que les impedían abandonar la casa de su empleador.
En la mayoría de los casos, el precio que hay que pagar por acceder a la justicia les impide hacerlo. La trabajadora doméstica perdería su trabajo, pues ningún empleador contrataría ya a una mujer que ha presentado una denuncia contra ellos. Sin trabajo, no tendría donde vivir, pues la ley les obliga a quedarse con la familia para la que trabajan. Si el caso llega a los tribunales laborales, tardará 50 días por término medio en resolverse.
Las estadísticas del propio gobierno de Hong Kong muestran que en los últimos cinco años sólo se han llevado a los tribunales laborales 143 casos de delitos relativos al pago del salario. Sólo en 34 de ellos se dictó sentencia condenatoria.
El Comisario de Trabajo retiró la licencia a dos agencias de colocación en 2012 y sólo a una en los cuatro primeros meses de 2013.
Dados el tamaño de la población trabajadora doméstica y la magnitud de los abusos, estas cifras demuestran que los mecanismos de resarcimiento de Hong Kong no funcionan.
Es evidente que muchas agencias incumplen la ley y que el gobierno hace caso omiso de ello.
¿Cómo afecta a las trabajadoras? Endeudadas y, probablemente, mal pagadas, preocupadas por si pierden el trabajo, y con la sensación de que nadie puede ayudarlas, muchas acaban quedándose con sus empleadores, soportando situaciones abusivas.
Las circunstancias descritas reúnen todas las características de la trata con fines de trabajo forzoso: con contratadas por las agencias con engaños (sobre las condiciones de trabajo) y con fines de explotación (jornadas excesivas, salarios bajos y negación de días de descanso) y trabajo forzoso (imposibilidad de salir de esa situación laboral debido a las grandes deudas contraídas).
Si el gobierno de Hong Kong permitiera un deterioro del Estado de derecho a tan gran escala en otras esferas de la vida, ¿se guardaría también silencio?
Todas las personas tenemos la obligación de proteger los derechos de estas trabajadoras y exigir al gobierno que tome más medidas.
La prueba de la verdad del sistema radica en que aborde la espiral de explotación que estas mujeres sufren a diario, no sólo los casos extremos de abuso que llegan de vez en cuando a los titulares.
Sólo entonces habrá demostrado el gobierno que está realmente dispuesto a poner fin a la trata de millares de mujeres vulnerables con fines de trabajo forzoso.
Este texto se publicó originalmente como artículo de opinión en el South China Morning Post.
Más información:
Miles de mujeres objeto de trata en Hong Kong, expuestas a sufrir explotación y “esclavitud” doméstica (comunicado de prensa, 20 de noviembre de 2013)
Exploited for profit, failed by governments (informe, 21 de noviembre de 2013)
Indonesian migrant workers in Hong Kong tell their stories (artículo, 21 de noviembre de 2013)