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“Me temo que el futuro va a ser una pesadilla”

Lene Christensen, asesora de prensa de Amnistía Internacional Noruega

En un café de Sochi, “Ivan”, de 17 años, habla con calma de sus experiencias como joven abiertamente gay en la ciudad olímpica. Una ciudad en la que, según el alcalde, no hay gays.

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Ivan tiene una historia inquietante que contar. Después de que, hace alrededor de un año, alguien pirateara su cuenta en una red social, su orientación sexual se difundió con rapidez.

Cuando cambió de escuela, la información sobre su sexualidad se difundió de nuevo como un reguero de pólvora entre sus nuevos compañeros. Ahora un día normal de clase incluye escupitajos e insultos, nos cuenta. Le han agredido físicamente varias veces y unos desconocidos le arrojaron agua sucia y orina. Una vez llegaron hasta el punto de intentar violarlo. Su voz se quiebra cuando recuerda su pesadilla casi diaria.

Es una historia escalofriante. Sobre todo sabiendo que para Ivan, como para muchas otras personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI) en Rusia, no tiene sentido pedir ayuda y apoyo a los profesores o denunciar a la policía el hostigamiento y los ataques violentos. En el caso de Ivan, cuando intentó quejarse, la administración de la escuela se limitó a decirle que borrara su página de las redes sociales, como si eso solucionara la situación. También pusieron en duda su certeza acerca de su propia orientación sexual, en lugar de cuestionar las actitudes homófobas de los demás estudiantes.

Pero incluso si quisieran cuestionar estas actitudes, ¿podría interpretarse como una violación de la ley que prohíbe la “propaganda de relaciones sexuales no tradicionales”? Tal vez…

Tras la introducción de la ley el año pasado, Ivan ha observado un aumento constante de la hostilidad hacia los gays y cree que ahora son un nuevo objetivo para el odio.

A Ivan le preocupa lo que pasará cuando se apague la llama olímpica. “Creo que los Juegos son lo único que les detiene por ahora… Me temo que el futuro va a ser una pesadilla”, dice.
El temor de Ivan a una involución una vez que finalicen los Juegos Olímpicos no es algo que sólo preocupa a la comunidad LGBTI. El periodista local Nicolay Yarst también habló con Amnistía Internacional de las posibles represalias contra quienes critiquen a las autoridades antes y durante los Juegos.

“Cuando Sochi termine, las cosas pueden empeorar mucho de verdad”, dice.
Nicolay sabe de lo que habla. Cuenta su propia experiencia como un ejemplo típico de la represión por las autoridades rusas de la libertad de expresión.

Poco después de escribir una noticia, en mayo del año pasado, sobre la corrupción y las injusticias en Sochi, las autoridades se aseguraron de que no pudiera seguir haciendo su trabajo.

La policía le detuvo, acusándole de tener drogas en su automóvil. El expediente del caso penal ha ido y venido entre el investigador policial y la fiscalía cinco veces, pero nunca ha llegado hasta el tribunal porque las “pruebas” son muy endebles. No obstante, las autoridades siguen dispuestas a enjuiciarlo.

Mientras tanto, las condiciones de su libertad condicional le impiden salir de Sochi. Como periodista, este es un grave obstáculo para su trabajo.

Viendo cómo las pruebas contra él se derrumban, Nicolay cree, con prudente optimismo, que al final se archivará el caso. Pero no hay indicios de cuándo sucederá. Mientras tanto, lucha para mantenerse y mantener a su familia. “Me quedo sentado en mi apartamento, sin saber qué hacer. Básicamente me han cortado las alas”, dice.

Otro método efectivo que emplean las autoridades rusas son las tácticas de intimidación contra las familias de quienes critican al gobierno. La esposa y la hija de Nicolay tuvieron que trasladarse a otra ciudad, pues Nicolay teme que puedan atacarlas también a ellas. Sus padres ya han recibido la visita de unos funcionarios que les dijeron que su hijo era posiblemente un pedófilo, y Nicolay quiere evitar más incidentes que afecten a su familia. Ahora sólo la ve ocasionalmente. Pero tiene que dar prioridad a su seguridad.

Parece que tender trampas a periodistas y activistas de la sociedad civil que arrojan luz sobre la dura realidad de la vida cotidiana en Rusia es una práctica muy conocida en el país.

Nicolay sabía dónde se estaba metiendo cuando decidió convertirse en periodista, dice. “No me han quebrado, seguiré trabajando para publicar historias sobre la desigualdad social.”

Más información:
Cuenta atrás de los Juegos de Sochi: Segundo preso de conciencia encarcelado en Rusia esta semana(comunicado de prensa, 5 de febrero de 2014)
El primer preso de conciencia de Sochi 2014 (blog, 5 de febrero de 2014)
El calor de los activistas nos reconfortó en un Moscú gélido (blog, 4 de febrero de 2014)
Cientos de miles de personas piden a Putin el fin de la represión en Rusia (noticia, 31 de enero de 2014)

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