Un habitante de Moadamiya al-Sham, localidad próxima a la capital siria, Damasco, se puso hace poco en contacto con Amnistía Internacional y ofreció a la organización la siguiente información de primera mano sobre la situación allí al cabo de un año de sitio.
En Moadamiya al Sham, situada a sólo cinco kilómetros del centro de Damasco, los niños se mueren de hambre.
Las fuerzas del gobierno sirio mantienen la localidad sitiada desde hace un año, y en los últimos ocho meses han endurecido el sitio: no han entrado alimentos ni medicinas en la localidad, que está totalmente aislada del mundo. Nadie entra ni sale de Moadamiya, a la que llaman ya la “ciudad del hambre”.
Todos los días, al amanecer, se ve a las mujeres salir en busca de comida para sus hijos, que llevan toda la noche y el día anterior con el estómago vacío.
Uno de esos días de hambre extrema entré en una de las viviendas y no vi más que a una mujer y a sus hijos con las caras pálidas por el hambre. Llevaban dos días sin comer nada en absoluto y no tenían ningún alimento en la casa. Hacía seis meses que no veían el pan. Lo mismo ocurría por toda Moadamiya al Sham: en todas partes, la gente se peleaba por unas verduras plantadas por el cabeza de familia, que en este caso había muerto durante un ataque aéreo hacía casi un mes.
Bajando por una calle, me fijé en un grupo de niños que rebuscaban en un cubo de basura por si había algo de comer. Es uno de los pocos sitios que quedan para hurgar en busca de comida. No encontraron nada: la gente no tiene ya desperdicios; no se tira nada que sea comestible.
Khalid, que era levantador de pesas, de anchos hombros y fuertes músculos, ha perdido ya casi todo su peso y está tan flaco que su madre, que se marchó de Moadamiya, recibió una fotografía suya y al principio no lo reconocía. Cuando se dio cuenta de que era él, pasó todo el día llorando. El único mensaje que la mujer recibió también decía: “Reza para que soporte esta hambre”.
En otra casa vi a un grupo de jóvenes sentados en silencio. Al preguntarles que por qué no decían nada, uno de ellos contestó: “Levamos dos días sin comer; no porque nos olvidemos, sino porque no hay nada que comer. Así que nos sentamos en silencio, porque hablar consume calorías que se necesitan y no pueden reponerse”.
Los niños y niñas de Moadamiya han aprendido a diferenciar el sabor de las hojas de los distintos árboles –amargo, dulce o ácido–, del mismo modo que los de otras partes del mundo diferencian entre el sabor de la pizza y los trozos de carne en su jugo y el gusto del chocolate de las galletas crujientes..
Es la “ciudad del hambre” siria: Moadamiya al Sham..
Nota: Se ha publicado una versión de este blog en el sitio web de Al Arabiya.
Más información:
Dejar todo atrás: odisea de una familia siria en busca de seguridad (blog, 8 de noviembre de 2013)
Cinco cosas que ayudarán a la población siria (blog, 26 de septiembre de 2013)
Personas internamente desplazadas en Siria: “El mundo nos ha olvidado” (artículo, 20 de junio de 2013)