Amnistía Internacional se ha hecho eco de la muerte de cientos de civiles, que fueron alcanzados por bombardeos aéreos en Mosul, en sus hogares o en los lugares donde se refugiaron, tras haber seguido el consejo del gobierno iraquí de no salir de la ciudad durante la ofensiva lanzada para arrebatar el control de la plaza al grupo armado autodenominado Estado Islámico (EI). Tanto sobrevivientes como testigos oculares de Mosul oriental afirmaron no haber huido al empezar la batalla porque la autoridades iraquíes les habían aconsejado en repetidas ocasiones que permanecieran en sus domicilios.
Asimismo, el alarmante ascenso en el número de víctimas civiles de los bombardeos de la coalición liderada por Estados Unidos y los combates terrestres entre el ejército iraquí y el EI ha puesto seriamente en entredicho la legalidad de esos ataques. Según la información recibida, sólo el 17 de marzo murieron hasta 150 personas cuando la coalición bombardeó por aire el barrio de Yadida (Mosul occidental), en lo que resultó ser una de las acciones más mortíferas de los últimos años. Posteriormente, la coalición comunicó que estaba investigando los hechos.
“Las pruebas reunidas sobre el terreno en Mosul oriental apuntan a un alarmante panorama de bombardeos aéreos perpetrados por la coalición, que han arrasado casas enteras con familias dentro. El elevado número de víctimas civiles hace pensar que las fuerzas de la coalición que lideraron la ofensiva de Mosul no tomaron las medidas adecuadas para evitar la muerte de civiles, violando así, abiertamente, el derecho internacional humanitario”, ha declarado Donatella Rovera, asesora general de Amnistía Internacional sobre respuestas a crisis, que ha investigado sobre el terreno en Mosul.
“Las fuerzas de la coalición deberían haber sido conscientes del elevado número de víctimas civiles que sus bombardeos aéreos podían provocar, después de que el gobierno hubiera instado en repetidas ocasiones a la población a quedarse en casa en lugar de huir de la zona. Los ataques desproporcionados e indiscriminados violan el derecho internacional humanitario y pueden constituir crímenes de guerra.
“El gobierno iraquí y la coalición liderada por Estados Unidos deben abrir de manera inmediata una investigación independiente e imparcial sobre el terrible número de víctimas civiles que ha provocado la operación de Mosul”.
Además, para la población de Mosul era casi imposible salir de la ciudad antes del combate, ya que el Estado Islámico castigaba habitualmente, y a veces mataba, a quienes descubría tratando de huir. Waad Ahmad al-Tai, residente del barrio de Al Zahr, en Mosul oriental, fue uno de los muchos civiles que siguieron el consejo del gobierno iraquí de no moverse.
“Seguimos las instrucciones del gobierno, que decía ‘quédense en casa y eviten los desplazamientos’. Según las instrucciones, la población residente que no tenía nada que ver con el Daesh [Estado Islámico en árabe] debía quedarse en sus domicilios […] Nos lo dijeron por la radio [….] y también en octavillas lanzadas desde aviones. Por eso no salimos de casa”, explica.
Cuando los combates se intensificaron, Waad Ahmad al Tai, su hermano y sus familias buscaron refugio en la casa de dos alturas de otro hermano, con la esperanza de que ésta los protegiera mejor.
“Nos acurrucamos todos en una habitación del fondo de la casa; éramos 18, tres familias. Pero cuando la casa de al lado fue bombardeada, se nos cayó encima, justo en la habitación en la que estábamos escondidos. Murieron mi hijo Yusef, de nueve años, y mi hija Shahad, de tres, así como mi hermano Mahmoud, su esposa Manaya, Aws, su hijo de nueve años, y mi sobrina Hanan. Ésta tenía abrazada a su hija de cinco meses que, gracias a Dios, sobrevivió”, concluye.
La joven Hind Amir Ahmad, de 23 años, perdió a 11 familiares en un bombardeo aéreo de la coalición contra Mosul oriental —entre ellos sus padres, sus abuelos y cuatro hermanos—, tras lo cual describió a Amnistía Internacional el mortal ataque del 13 de diciembre de 2016:
“Estábamos dormidos cuando la casa se nos cayó, literalmente, encima. Fue un milagro que no muriera nadie. Salimos corriendo a casa de mi tío, que estaba cerca. A las dos de la tarde, aproximadamente, bombardearon también su casa, que se derrumbó sobre nosotros […] Murieron casi todos los que estaban dentro, 11 en total. Sólo sobrevivimos mi prima, dos tías y yo. Todos los demás murieron. Tardamos seis días en encontrar partes de sus cuerpos, que enterramos en una fosa común que había cerca […] No sé por qué nos bombardearon. Sólo sé que he perdido a las personas que más quería”.
El 6 de enero de 2017 murieron 16 personas más en un bombardeo aéreo, esta vez en tres casas adyacentes del barrio de Hay al Mazaraa (Mosul oriental). Tanto sobrevivientes como vecinos comunicaron a Amnistía Internacional que no les constaba la presencia de extremistas del Estado Islámico ni en el interior de la casa ni en los alrededores. Entre las víctimas figuraban los tres hijos y la madre de Shaima Qadhem, a quien el EI había detenido y matado el año anterior. Ahmad, familiar de las víctimas, se lamenta ante Amnistía Internacional:
“Esta familia ha sido atacada por todos los bandos. El año pasado, el Daesh detuvo y ejecutó a la madre, y ahora un bombardeo de la coalición ha acabado con la vida de los hijos. La población civil ha quedado atrapada en esta guerra, y nadie la ha ayudado. Cuando intenté salir de Mosul con mi familia, el Daesh nos capturó. Iban a echarnos gasolina y a prendernos fuego. Al final conseguimos librarnos de la muerte pagando una gran multa. Otras personas no tuvieron tanta suerte, y las ejecutaron […] ¿Pensaron el gobierno y la coalición cómo proteger a la población civil en esta guerra? Parece que no”.
El derecho internacional humanitario (también conocido como “leyes de la guerra”) exige a las partes beligerantes en un conflicto tomar todas las precauciones posibles para reducir al mínimo los daños a civiles, y no lanzar ataques que puedan causarles daños desproporcionados, es decir, que éstos no sean excesivos en comparación con el beneficio militar concreto y directo que se prevé.
Uso de la población civil como escudo humano por el Estado Islámico
En muchos de los casos investigados por Amnistía Internacional en los que murieron civiles a causa de los bombardeos aéreos de la coalición, las personas sobrevivientes y el vecindario aseguraron a Amnistía Internacional que había combatientes del Estado Islámico en el interior de las casas atacadas o en sus alrededores (normalmente en el tejado o en el jardín), y también en otras casas que no habían sido atacadas o en sus inmediaciones. En todos los casos, los bombardeos aéreos destruyeron casas enteras, y con frecuencia derribaron también casas o construcciones cercanas, o provocaron graves daños en ellas.
“El EI no tienen el más mínimo reparo en utilizar a la población civil como escudo humano, lo que supone una violación grave de las leyes de la guerra, y constituye un crimen de guerra. En un área residencial densamente poblada, el peligro para la población civil es enorme. Sin embargo, el hecho de que el EI utilice escudos humanos no exime a las fuerzas iraquíes y de la coalición de su obligación de no lanzar ataques desproporcionados”, asevera Donatella Rovera.
Mohammed, un residente del barrio de Hay al Dhubbat (Mosul oriental) que perdió a varios familiares en un bombardeo aéreo de la coalición, relata a Amnistía Internacional:
“Había extremistas del EI por todas partes, y no había absolutamente nada que pudiéramos hacer. Si te enfrentabas a ellos, te mataban. Han gobernado esta ciudad dos años y medio, y durante ese tiempo pocas veces los han atacado […] ¿Por qué destruyen ahora nuestros hogares con nuestras familias dentro, sólo para eliminar a dos o tres extremistas apostados en el tejado?”
El 5 de enero del presente año, los bombardeos de la coalición destruyeron tres casas del barrio de Hay al Salam (Mosul oriental), a consecuencia de lo cual murieron cinco personas de una sola familia y un vecino, mientras que varias más resultaron heridas. Sobrevivientes y vecinos explicaron a Amnistía Internacional que en una habitación había combatientes del EI, pero que el bombardeo no les había alcanzado. Posteriormente, los mataron las fuerzas iraquíes, que consiguieron llegar a la casa.
Nael Tawfiq AbdelHafez, cuyo hijo de 23 años murió en el bombardeo, explica a Amnistía Internacional que cuando éste se produjo llevaban ya meses rodeados de ataques, con francotiradores del EI disparando desde los tejados y soldados iraquíes lanzando proyectiles de mortero contra el barrio.
“No podíamos hacer nada; somos civiles, no podíamos detener al Daesh. Cuando entraron en mi casa, poco antes del bombardeo, traté de detenerlos, de rogarles; les dije: ‘¿qué hacéis? Toda mi familia está aquí’. Y se fueron, pero justo cuando se iban, fue cuando bombardearon la casa. Mi hijo murió, y los demás resultamos heridos. Mi hija Bara perdió un ojo. Sin embargo, los combatientes del Daesh siguieron vivos”.
La vecina de al lado, Muthar Dhannun, cuyos tres hijos, esposo y hermana murieron en el mismo bombardeo, añade: “Todo el mundo sabe que el Daesh utiliza a la población civil como escudo humano; ¿por qué matar a esos civiles, que no han hecho nada? Han hecho a la población civil pagar los crímenes del Daesh. No es justo”.
Batallas terrestres: más peligro aún para la población civil
La población residente señaló también a Amnistía Internacional que el fuego de mortero disparado de manera indiscriminada tanto por los combatientes del Estado Islámico como por las fuerzas iraquíes contra áreas residenciales pobladas había producido igualmente víctimas mortales y heridos.
Ali, residente del barrio de Hay al Salam (Mosul oriental) declara a Amnistía Internacional: “Todo el tiempo, volaban sobre nuestras cabezas proyectiles de mortero y balas de ambos bandos […] Intenté mantener a mis hijos y a mi familia en la habitación del fondo, con la esperanza de que si un mortero golpeaba nuestra casa, no traspasara varias paredes. Los morteros mataron a vecinos nuestros que estaban fuera, pero en algunos casos también a los que estaban dentro de sus casas”.
Algunas de las personas residentes afirmaron que las fuerzas iraquíes utilizaban, sobre todo, morteros de 60 y 82 milímetros y, con menos frecuencia, de 120 milímetros, mientras que los combatientes del EI utilizaban, fundamentalmente, estos últimos.
Los morteros no pueden dirigirse con precisión contra objetivos militares: son armas concebidas para ser utilizadas en el campo de batalla, y no deben utilizarse nunca en barrios civiles densamente poblados. Sus márgenes de error oscilan (pueden reducirse en morteros de 120 milímetros si se equipan con sistemas de precisión por láser) y su radio de explosión varía desde 20 o 25 metros, en los morteros de 60 milímetros, hasta 75 metros en los de 120. En un entorno residencial, donde el ancho de las calles es de sólo unos metros, es muy probable provocar víctimas civiles en las zonas que se encuentran alrededor del blanco elegido, dados el margen de error y el radio de explosión de los morteros.
La tarde del 4 de diciembre, en el barrio de Hay al Zahra, (Mosul oriental), perdieron la vida los niños Ahmad Samir Jumaa y Yousef Ammar Ahmad, de cinco y siete años respectivamente, cuando jugaban junto a sus domicilios. El padre Ahmad rememora cómo su hijo jugaba en el patio con un coche de juguete cuando todo su cuerpo fue alcanzado por metralla: “Quedó casi completamente decapitado. Murió en el acto”.
El proyectil del mortero aterrizó en medio de una calle residencial de menos de 10 metros de ancho, rociando de metralla las casas de alrededor. La gruesa puerta de metal que daba al patio donde jugaba Ahmad quedó agujereada por completo tras la explosión. El otro niño, Yousef, estaba jugando en la calle, mucho más cerca del lugar donde impactó el proyectil del mortero. Murió también al instante. El vecindario asegura que quedó destrozado.
El 7 de noviembre de 2016, en otro ataque con mortero contra Hay al Salam, murieron seis personas de una misma familia —cuatro menores y sus progenitores— que se habían refugiado en una pequeña habitación, al fondo de la casa. Sólo dos de los hijos de la familia sobrevivieron, aunque con terribles heridas, ya que el proyectil del mortero había impactado contra un tanque de combustible del patio y toda la casa quedó envuelta en llamas.
En Hay al Shuhada (Mosul occidental) dos proyectiles de mortero cayeron junto a la casa donde Garha Nawaf Sallal, de 38 años, se refugiaba con su familia. La metralla alcanzó en la cabeza a su nieta de siete años, y el resto de la familia resultó igualmente herida.
En los tres casos, las zonas correspondientes se encontraban controladas por combatientes del Estado Islámico en el momento de los ataques con mortero, lo que hace pensar que, probablemente, las fuerzas iraquíes dispararon los morteros con la intención de abatirlos. También es posible, aunque menos probable, que el objetivo de las fuerzas iraquíes fueran combatientes del EI en otras áreas, pero que, por error, los proyectiles de los morteros se quedaran cortos. Tanto el vecindario como testigos presenciales de los hechos indicaron a Amnistía Internacional que en el momento de los ataques había combatientes del EI en la zona, pero que no estaban ni en los edificios dañados ni cerca de ellos.
En las zonas reconquistadas por las fuerzas iraquíes se establecieron también posiciones militares en áreas residenciales, poniendo así en peligro a la población civil. Isra Ali, de 29 años, explicó a Amnistía Internacional que un proyectil de mortero mató a Razan, su hija de 18 meses, al caer en el patio de su casa, en el barrio de Hay al Josaq (Mosul occidental). En su opinión, el objetivo del ataque podría haber sido el puesto de la policía federal que había frente a su casa.
Otras familias recuerdan cómo familiares y vecinos suyos resultaron muertos o heridos a causa de coches bomba y morteros dirigidos contra las fuerzas iraquíes en zonas residenciales reconquistadas. Ramy, cuyo hijo de 10 años perdió la vida en uno de estos ataques con mortero, rememora el alivio que sintió cuando los soldados iraquíes llegaron a su calle. Sin embargo, poco después sufrieron un ataque: “Los soldados establecieron posiciones en torno a nosotros, y empezaron a llovernos proyectiles de mortero del Daesh. Cuando lo alcanzaron, mi hijo se encontraba junto a la puerta que comunica la cocina con el garaje. Murió en el acto”.
Rawda, una anciana de Mosul oriental, enseñó a Amnistía Internacional el apartamento de su hija, en el ático del edificio, en el que primero se apostaron francotiradores del EI, y más tarde, de las fuerzas iraquíes. A consecuencia de ello, el edifico sufrió graves daños. “Ahora está todo destrozado. Mi hija se ha quedado sin un hogar al que volver, y nuestra casa está también muy deteriorada”, afirma.
“En lugar de evacuar a la población civil de las zonas reconquistadas para reducir al mínimo el peligro de víctimas civiles en los ataques, parece que las fuerzas iraquíes la han puesto aún más en peligro, al animarla a quedarse en casa y, al mismo tiempo, instalar posiciones militares cerca”, declara Donatella Rovera.
“Las distintas partes en el conflicto deben abstenerse de utilizar morteros y otras armas explosivas poco precisas en barrios densamente poblados de Mosul. La población civil ha sido la más afectada por la batalla de reconquista de Mosul, en la que todas las partes han mostrado una escalofriante indiferencia con respecto al devastador sufrimiento que han causado entre los civiles de la ciudad”.