Por Jemma Crew y Raphael Warolin, de la Oficina de Amnistía Internacional ante las Instituciones Europeas en Bruselas (Bélgica).
Es difícil no sentir admiración al hablar con el padre Alejandro Solalinde. Explica con calma su lucha por los derechos de los migrantes centroamericanos que atraviesan México por peligrosísimas rutas y son víctimas de cárteles de la droga que los explotan. Con la ayuda de voluntarios, el padre Solalinde proporciona cuidados y seguridad a estos migrantes en su albergue de Ciudad Ixtepec, en el estado de Oaxaca. Durante años, este sacerdote ha recorrido Estados Unidos, Latinoamérica y Europa, llevando a cabo una labor de sensibilización sobre los muchos problemas a los que se enfrentan los migrantes centroamericanos en México.
¿Cuál fue su motivación para empezar a trabajar con migrantes?
Empecé a ayudar a los migrantes al ver que nadie se ocupaba de ellos, como si fueran ovejas sin pastor. Mi motivación es que creo en los seres humanos. Considero que lo más importante de este mundo son las personas, no el dinero o los bienes materiales. Todo debe estar al servicio de las personas. Así que ésta es mi pasión. Los peligros que corro y las amenazas que recibo son muy poco frente a la satisfacción de servir a estas personas.
¿Podría resumirnos la actual situación de los migrantes en México?
Los migrantes centroamericanos siguen en el punto de mira de bandas de delincuentes y cárteles de la droga que ven en ellos la oportunidad de conseguir ilegalmente enormes cantidades de dinero. Al mismo tiempo, ha aumentado la organización y la solidaridad de las redes de defensores de los derechos humanos, que no sólo han dado visibilidad a los problemas de los migrantes, sino que han influido en el desarrollo de nuevas leyes.
Sin embargo, la respuesta del gobierno mexicano ha sido poco entusiasta: la migración no es una prioridad para él. Su prioridad es la economía de mercado, guiada por intereses capitalistas neoliberales que benefician a las corporaciones transnacionales. Esto no es una buena noticia para México.
La situación internacional es muy incierta para los migrantes. Estados Unidos no ha presentado la reforma integral de su política de inmigración que sería necesaria para proteger a los migrantes en aspectos tales como el trabajo, la residencia legal y los contratos temporales. Y parece que no va a hacerlo. Los republicanos se han atrincherado en su oposición a los migrantes. Piensan que la regularización de 11 millones de personas, a pesar de los grandes beneficios que implicaría, les supondría una amenaza, así que no harán nada. En cualquier caso, los migrantes seguirán cruzando la frontera mexicana con dirección a Estados Unidos.
¿Qué peligros concretos amenazan a los migrantes durante su viaje?
Cuando los migrantes procedentes de América Central –especialmente de Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala– atraviesan México, ninguna ley ni normativa les permite elegir su ruta, así que tienen que seguir usando rutas clandestinas, que son más peligrosas y los hacen más vulnerables a la extorsión y el secuestro. También tienen que pagar a los cárteles “alquileres” por ir en los techos de vagones de los trenes de mercancías, 100 dólares estadounidenses por cada etapa del viaje. Si sumamos todas las etapas, estos migrantes están pagando en total 1.500 dólares tan sólo por el derecho a subirse al techo de un tren de mercancías. Y cuando por fin llegan a la frontera con Estados Unidos, de nuevo tienen que pagar entre 2.000 y 3.500 dólares para que los introduzcan allí clandestinamente.
También son utilizados muchas veces como “mulas” para el tráfico de drogas. A las mujeres las violan y las explotan sexualmente. Y desde hace años también hay tráfico de órganos, aunque sigue siendo un tema tabú y misterioso. Grupos de delincuencia organizada, en connivencia con policías y funcionarios públicos corruptos, hacen todo lo posible para sacar beneficio de estos migrantes vulnerables.
¿Cuál es la respuesta de las autoridades mexicanas a esta situación?
A nivel de política interior, para el actual gobierno mexicano la migración no es un asunto prioritario. En el ámbito internacional, afirman que les preocupan los derechos humanos, que han firmado numerosos convenios y tratados internacionales, pero en la práctica no les importan. Por ejemplo, casi nunca se da una respuesta eficaz a las agresiones que sufren los migrantes en Veracruz [estado costero del Golfo de México]. El gobierno federal no ha evitado los secuestros y la extorsión de migrantes allí. Salvo por las ONG, la sociedad civil y los albergues para migrantes, que siempre han luchado para que se reconozcan y protejan los derechos de los migrantes, no se ha avanzado nada en todo México.
Acaba de pasar dos días en Bruselas, donde se entrevistó con miembros del Parlamento Europeo, representantes de Estados de la Unión Europea y autoridades del Servicio Europeo de Acción Exterior y de la Comisión Europea. ¿Está satisfecho con el resultado de la visita?
Creo que la visita ha sido fructífera, porque por fin se ha puesto sobre el tapete ante la UE la terrible situación de los migrantes en México. Además, se han lanzado propuestas constructivas que no ponen en peligro el respeto a la soberanía de México ni suponen una injerencia en los asuntos internos de México ni de América Central. En lugar de eso, se apoyan iniciativas creativas para evitar y resolver estas situaciones de forma integral. Me he reunido con representantes de gran número de sectores especializados de la UE, y espero que estas entrevistas den sus frutos en los próximos meses.
A comienzos de octubre murieron al menos 364 migrantes al volcar frente a las costas de Lampedusa la embarcación en la que viajaban. ¿Se puede trazar algún paralelismo entre este trágico suceso y la situación que usted presencia diariamente en México?
La migración es una cuestión global. Estamos hablando de unos 216 millones de seres humanos en tránsito. La migración forzosa la provocan situaciones inhumanas similares en todo el mundo. Puede decirse que se trata de un fallo sistémico del capitalismo neoliberal.
Los migrantes se arriesgan a morir buscando una vida mejor. Da igual que sea en un tren en México o en un barco en el Mediterráneo: arriesgan su seguridad durante su viaje y corren el peligro de ser rechazados al llegar a su destino. Europa no los quiere, y Estados Unidos tampoco.
Se trata de un problema crucial que exige una respuesta humanitaria, porque en definitiva, los migrantes son seres humanos a los que se debe ayudar. Son nuestros hermanos y hermanas que vienen de lugares de explotación y a los que no debemos echar al olvido. Lo menos que podemos hacer es recibirlos con humanidad, ayudarlos y luchar por mejorar sus condiciones de vida en sus lugares de origen.
La visibilidad es crucial a la hora de hacer campaña en favor de los derechos de los migrantes, pero también supone estar más expuesto. Usted ha recibido varias amenazas de muerte, ¿ha afectado esto a su trabajo?
No tengo enemigos personales, pero diariamente me interpongo en el camino de muchas personas que tratan de conseguir dinero a costa de la dignidad humana explotando a migrantes vulnerables.
Es una ceguera y una estupidez considerar a los migrantes como un botín, una idea que choca de frente con la perseverancia de los defensores y defensoras de los derechos humanos que insisten en que los migrantes son seres humanos, no mercancías. Al adoptar esta postura ponemos trabas a quienes tienen otros objetivos económicos, geopolíticos y estratégicos. En ese sentido, tenemos a mucha gente en nuestra contra.
He recibido amenazas de muerte, pero no tengo miedo. He descubierto que cuando no tienes miedo la gente te respeta.