Así resumió Rahul* su primera temporada como trabajador migrante en Qatar durante su reciente conversación con Amnistía Internacional.
Atrapado a más de 2.000 kilómetros de distancia de su India natal, en una tierra cuyo idioma no conocía, tuvo que hacer frente a la situación más difícil de su vida laboral.
Un lugar deslumbrante con un oscuro trasfondo
A unos 50 minutos en auto hacia el norte de Doha, en el corazón de la industria gasística de Qatar, se encuentra el recinto universitario de la Escuela Universitaria de Servicios de Seguridad y Emergencias Ras Laffan, que el primer ministro inauguró oficialmente el 12 de noviembre. El centro de formación cuenta con un auditorio para 120 personas, salas de conferencias, un comedor con 300 plazas y un patio de armas con tribuna vip.
Pero el nuevo y reluciente recinto universitario oculta una historia de sufrimiento. Para Rahul y sus compañeros de trabajo en una empresa llamada Krantz Engineering, el tiempo que pasaron ayudando a construir la escuela y los meses inmediatamente posteriores se convirtieron en un periodo sombrío de sus vidas.
En julio de 2012, de repente los hombres dejaron de percibir su salario. Su empleador les aseguró reiteradamente que les iban a pagar pronto, que debían seguir trabajando, pero nunca cobraron. Aunque no les pagaban, si no acudían al trabajo se enfrentaban a fuertes sanciones económicas.
En noviembre de 2012, la mayoría de los hombres habían dejado de trabajar y pidieron regresar a sus casas con el salario que se les debía.
Pero a comienzos de 2013 continuaban abandonados a su suerte en Qatar, tras pasar meses y meses sin trabajo ni salario, sin forma de regresar a su país, pasando apuros para conseguir comida y arriesgándose continuamente a ser detenidos. Su difícil situación fue empeorando inexorablemente, pero, a pesar de las numerosas peticiones a su empleador y a las autoridades qataríes para que les permitiesen regresar a casa con los salarios debidos, la ayuda no llegaba.
En febrero de 2013, tras siete meses sin salario y sin poder volver a su casa, varios hombres afirmaron que tenían pensamientos suicidas.
Sin salida
Los empleados de Krantz Engineering querían cambiar de trabajo o marcharse de Qatar; las reiteradas promesas de que acabarían recibiendo los salarios atrasados ya se habían agotado hacía mucho. A medida que pasaban los meses, algunos de los trabajadores incluso pidieron a la empresa que los enviase a casa sin pagarles.
Pero los obstáculos burocráticos y de tipo práctico hacían que salir de esta situación resultase aún más difícil de lo que podría parecer.
A causa del sistema de «patrocinio» qatarí, que regula el modo en que se contrata y emplea a los trabajadores migrantes, mientras los trabajadores continúen en el país están ligados a su empleador, lo que significa que no pueden buscar otro trabajo en Qatar.
Al mismo tiempo, Krantz Engineering retenía sus pasaportes, de modo que, aunque pudiesen reunir el dinero para pagar el pasaje de vuelta a casa, no era tan sencillo como embarcar en el siguiente vuelo que saliese de Doha.
Además, había un aspecto de tipo práctico que preocupaba a muchos de los trabajadores.
Tal y como explicó Rahul, a la mayoría de ellos, por no decir todos, los habían convencido de trabajar para Krantz porque los salarios prometidos eran mucho mayores de lo que podían esperar en su país. Para trasladarse a Qatar, muchos habían contraído deudas que ahora tenían que saldar, a lo que se sumaba el coste del permiso de salida que tenían que solicitar a las autoridades qataríes y el del billete de avión de vuelta.
Según los contratos firmados por los trabajadores migrantes en Qatar, se supone que el vuelo de regreso y otros gastos por trámites burocráticos están cubiertos. Pero, al igual que los salarios prometidos, estos compromisos a menudo quedan en nada.
Todo ello contribuyó a que Rahul y sus compañeros se viesen obligados a consumirse en su alojamiento, sin salario, durante meses y meses. A partir de abril de 2013, la empresa dejó de suministrarles comida. Durante todo este tiempo, la mayoría de los hombres no tenían permiso de residencia oficial porque Krantz no lo había solicitado, por lo que varios de ellos fueron detenidos.
Este mismo año, uno de los compañeros de Rahul, un indio de 31 años supervisor de sistemas de ventilación y calefacción, describió la terrible experiencia a Amnistía Internacional: «Ha sido horrible. No sé por qué vine aquí. Para mí, éste es el peor momento de mi vida. Mi padre falleció mientras yo pasaba apuros aquí; no pude salir para ir a verle por última vez, aunque lloré y se lo supliqué de rodillas [al Ministerio del Interior]».
Tras múltiples visitas a diversos tribunales e instituciones qataríes para pedir que tomasen medidas, Rahul se desahogó con Amnistía Internacional en abril de 2013:
«Escribo este correo electrónico tras mucho dolor y esfuerzo […]. He presentado quejas en varios lugares, como el Tribunal de Trabajo, la Embajada india, el Tribunal Superior, el Ministerio del Interior y el Consejo Nacional de Derechos Humanos, pero nadie ha dado una respuesta positiva. […] En los últimos cinco días no he tenido dinero para comida, porque llevan nueve meses sin pagarme».
Rahul consiguió finalmente un permiso de salida cuando Amnistía Internacional le puso en contacto con el Comité Nacional de Derechos Humanos de Qatar, que, a su vez, se comunicó con el Ministerio del Interior para acelerar el proceso. Al fin pudo marcharse en mayo de este año, pero antes Krantz Engineering lo obligó a firmar una carta en la que se afirmaba que le habían pagado nueve meses de salarios pendientes. No ha recibido nada de lo que le debían.
En julio de 2013, un año después de dejar de percibir su salario, los tres desesperados ex trabajadores de Krantz Engineering restantes por fin volaron a casa desde Qatar.
Pero Rahul y muchos de los trabajadores aún sufren las consecuencias de la explotación que sufrieron. Para pagar las deudas contraídas mientras trabajaban en Krantz, a Rahul no le quedó más remedio que volver a Qatar –esta vez con un empleador distinto–, en donde sigue intentando que le devuelvan algo del dinero que perdió.
El lado oscuro de la migración
El caso de los trabajadores de Krantz Engineering es sólo uno de los numerosos ejemplos alarmantes que pone de relieve el nuevo informe de Amnistía Internacional The Dark Side of Migration: Spotlight on Qatar’s construction sector ahead of the World Cup. El informe concluye que en el sector de la construcción de Qatar abundan los abusos, pues hay proyectos multimillonarios que emplean a trabajadores en condiciones de grave explotación.
«El engranaje contractual vinculado al empleo en Qatar, a menudo muy complejo, esconde la existencia de abusos habituales y generalizados contra trabajadores migrantes, que en algunos casos constituyen trabajo forzoso», ha afirmado James Lynch, investigador de Amnistía Internacional sobre los derechos de las personas migrantes.
Las conclusiones de Amnistía Internacional han puesto de manifiesto que las disposiciones adoptadas hasta ahora por el gobierno qatarí para proteger a los trabajadores migrantes son inadecuadas.
La organización insta al gobierno qatarí a que haga cumplir las obligaciones laborales vigentes, que numerosos empleadores infringen de forma habitual. Pide asimismo que se revise el sistema de «patrocinio», que impide a los trabajadores migrantes abandonar el país o cambiar de trabajo sin el permiso de sus empleadores.
*Se utiliza seudónimo para proteger la identidad de la persona.
Informe completo disponible en inglés y árabe: