No confundamos la desesperación con la legalidad en lo referente al acuerdo sobre personas refugiadas propuesto a Turquía por la Unión Europea. Que nadie se equivoque: está en juego el principio mismo de protección internacional para quienes huyen de la guerra y la persecución.
Todos los gobiernos de Europa tendrán que dejar claras sus intenciones esta semana: respetan el derecho a solicitar asilo o lo subordinan a un mercadeo con un país cuyo historial en ese sentido es deficiente.
La nueva propuesta sólo es la última de una peligrosa dinámica. Durante los últimos meses, varios gobiernos europeos han impuesto cierres de fronteras discriminatorios y límites ilegítimos a las solicitudes de asilo. El resultado es un desastre humanitario cada vez mayor para miles de personas refugiadas atrapadas en Grecia, un incremento del alarmismo y una retórica vitriólica que estigmatiza a las personas migrantes y solicitantes de asilo.
La semana pasada, los líderes europeos cayeron más bajo que nunca al proponer a Turquía que acepte un proceso rápido de devoluciones masivas de migrantes de barcos desde Grecia y un plan para reasentar una persona refugiada siria de Turquía por cada una devuelta por Grecia que hubiera llegado de manera irregular, a cambio de 6 mil millones de euros, la promesa de viajar sin visado para las personas de nacionalidad turca y la reactivación de las negociaciones para ingresar en la Unión Europea.
Abogamos por el reasentamiento en gran escala de personas refugiadas en Europa y otros lugares porque creemos que es la mejor manera de eliminar la necesidad de las personas refugiadas desesperadas de dar el peligroso paso de subirse en embarcaciones desvencijadas para cruzar el Mediterráneo, y también defendemos que se debe actuar solidariamente y de manera concreta con aquellos países que albergan a la inmensa mayoría de las personas refugiadas del mundo, entre ellos Turquía. Por otra parte, los líderes de la Unión Europea deben rechazar cualquier correlación entre el reasentamiento de algunas personas refugiadas y el bloqueo del acceso a un procedimiento justo de concesión de asilo para otras.
Aunque hacemos hincapié en el derecho a que se estudien de manera justa y plena las peticiones de asilo de las personas que llegan a las costas de Europa de manera irregular, reconocemos que pueden ser devueltas aquellas que no demuestren la legitimidad de su caso en un proceso justo. No estamos de acuerdo con las expulsiones colectivas por la vía rápida ya que no tienen en cuenta las circunstancias individuales.
La fantasía de que Turquía es un país “seguro” para las personas refugiadas no atenúa la vulneración del derecho de asilo. Turquía ha concedido “protección temporal” a más de dos millones de personas sirias, pero en la práctica sigue negando protección efectiva a las personas no europeas, como las afganas, las iraquíes y las de otras nacionalidades que la solicitan. Turquía también ha devuelto reiteradamente a personas sirias a zonas de guerra y ha cerrado fronteras a otras que trataban de huir.
Mientras tanto, todas las personas refugiadas en Turquía tienen dificultades para encontrar empleo, educar a sus hijos y llevar una vida digna, que son elementos básicos de un refugio “seguro”.
Para empeorar las cosas, el presidente y el gobierno de Turquía se han embarcado en una intensa represión de los derechos humanos. La ruptura del proceso de paz kurdo y las prolongadas operaciones de seguridad en el sudeste, así como la represión a nivel nacional de las personas críticas, la oposición política y los medios de comunicación considerados hostiles por el gobierno, podrían terminar pronto añadiendo ciudadanas y ciudadanos turcos a los flujos de personas refugiadas.
Decididos a eludir sus responsabilidades ante la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial, los líderes europeos han respondido con silencio a esta dinámica con la torpe ilusión de asegurarse la cooperación de Turquía para detener los barcos.
La mejor manera de contrarrestar a los demagogos en Europa que hoy se aprovechan del caos en el Egeo no es consentir su desprecio por el derecho internacional, sino ofrecer soluciones sostenibles basadas en principios. Las hay. El flujo de barcos puede reducirse sustancialmente ampliando los reasentamientos directamente desde los primeros países de asilo para mitigar la necesidad de subirse a un barco; invirtiendo en esos países para que las personas puedan llevar allí una vida digna; y redoblando esfuerzos para poner fin a las atrocidades en lugares como Siria, que son la razón fundamental por la que las personas refugiadas se ven obligadas a huir.