Callarse ya no es una opción

PorEllasNota-01

[ADVERTENCIA: ESTE ARTÍCULO CONTIENE IMÁGENES Y DESCRIPCIONES EXPLÍCITAS.]

Condujo el vehículo hacia una zona arbolada y oscura, y tomando bruscamente a María (seudónimo) de los pelos la obligó a pasar a la parte trasera del vehículo donde intentó abusar sexualmente de ella. Hubo forcejeos, gritos, súplicas, golpes, hasta que con un mordisco cargado de ira el labio inferior de María fue arrancado brutalmente. Y si con esto no fuera suficiente, el cobarde comenzó a lanzarle groserías e insultos durante 20 minutos hasta que decidió auxiliarla y llevarla hasta un centro médico para luego darse a la fuga.

Esta no es la escena de una película de suspenso: es la realidad superando a la ficción. Sin duda la vida nos da sorpresas, a veces buenas, otras malas. Todos los días las personas estamos expuestas a experiencias que nos dejan alguna huella; muchas de estas experiencias nos ayudan a edificar nuestra personalidad y nuestro entorno. A veces en cambio nos cruzamos con circunstancias que no nos afectan, y simplemente nos pasan de largo. Esto último no es lo que pasó con María, una joven odontóloga dedicada a sus estudios y a su familia, con deseos de alcanzar sus objetivos personales y profesionales, fiel a sus convicciones.

¿Cómo dejar pasar una experiencia que marca tu vida en un antes y un después? “Muchas personas al verme me decían ‘¿eso nomás es lo que te pasó?’. Lastimosamente a veces las personas somos injustas y apáticas. Si no nos ponemos en el lugar del otro e intentamos sentir el dolor del otro jamás comprenderemos que no se trata de un ‘eso nomás’”.

Desde Amnistía Internacional Paraguay partimos un jueves de mañana con una delegación de defensores y defensoras de los derechos humanos hasta la casa de María en su ciudad natal, con la intención de conocer personalmente a la sobreviviente de esta historia y a su familia. Si bien tuvimos dificultades para llegar, una vez dentro, sentados en la sala de la vivienda recibimos el cariño y calor humano de una familia que se repone de un episodio desagradable y que todavía sigue dejando secuelas.

En diciembre del 2012 María había culminado satisfactoriamente el cuarto año de la carrera de odontología. Sus hermanos decidieron entonces organizar una cena familiar y festejar ese logro que con mucho esfuerzo y dedicación se había hecho realidad. En este festejo también estuvo presente Moisés, quien en ese entonces era el novio de María desde hacía dos semanas: un hombre que se había desenvuelto hasta ese momento con un trato amable, cortés con las personas adultas, cristiano de cuna, que asistía regularmente a la iglesia, funcionario público, detallista. En definitiva, Moisés era alguien que se ganó la confianza de María y su familia.

Una vez terminada la cena la pareja decidió hacer un paseo hasta la zona céntrica de la ciudad. Dieron vueltas por los alrededores hasta que Moisés bajó a una bodega y compró bebidas alcohólicas para su consumo. Hasta ese momento todo iba bien; sin embargo, a medida que iba ingiriendo las bebidas, él comenzó a manifestar un comportamiento distinto al habitual. María se percató de éste cambio y asustada decidió volver a su casa, pero él no se lo permitió.

Moisés condujo el vehículo hacia una zona arbolada y oscura, y tomando bruscamente a María de los pelos la obligó a pasar a la parte trasera del vehículo donde intentó abusar sexualmente de ella. Hubo forcejeos, gritos, súplicas, golpes, hasta que en un momento de mucha ira él arrancó brutalmente el labio inferior de María con sus dientes. Por si no fuera suficiente, el cobarde comenzó a lanzarle groserías e insultos durante 20 minutos hasta que decidió auxiliarla y llevarla hasta un centro médico para luego darse a la fuga. “Pasó al asiento del conductor y me llevó hasta el Centro Médico de la ciudad. [Al llegar] me arrojó del vehículo al piso. En ese momento me comuniqué con mis familiares para que acudieran a mi auxilio”.

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María fue sometida a una cirugía de reconstrucción facial. Esto sólo fue posible gracias a que ella tomó su miembro mutilado y lo llevó en su mano hasta el hospital. Posteriormente le practicaron dos grandes cirugías plásticas de reconstrucción y mensualmente cirugías menores hasta sanar la herida.

“Él vino a hablar conmigo para llegar por ella. ‘Yo le quiero mucho señora a su hija, yo le voy a ayudar en todo’ me dijo, y ocho días después ya pasó lo que pasó” nos cuenta la mamá de María, una mujer luchadora que ha dedicado su vida a sacar adelante a sus cinco hijos. Con esfuerzo y dedicación les ha inculcado valores y mucho amor.

“Muchas personas me dijeron que soy tonta porque no quise aceptar el dinero que ellos me ofrecieron, pero yo les dije que no necesito plata, no cuesta 100 millones el labio de mi hija, mi hija vale mucho más que el dinero” comenta la madre de María.

Ha pasado casi cuatro años desde aquel terrible episodio que vivió María. Aunque parezca mucho tiempo y hoy ella sea toda una odontóloga ejerciendo su profesión, hay recuerdos que no se borran, recuerdos que marcaron su vida. “Recuerdo la primera vez que salí a la calle. Me fue muy difícil, manejaba mi moto y temblaba, me sentía muy cohibida: me iba al gimnasio y las chicas me miraban raro, mi entrenadora me avisaba cuando no había mucha gente para poder ir. En dos ocasiones fui a la peluquería y también la gente me miraba de forma rara, y yo no podía verme al espejo, la peluquera me decía ‘ya está María’ pero yo no me podía mirar. Y después de eso, cuando iba a la peluquería y veía que había gente, no me quedaba; y hasta ahora soy así”.

“La gente me dice, ‘¡ah, eso nomas te pasó!’. Pero ellos no saben que yo tengo 10 cirugías hechas, que me inyecto medicamentos o que voy al mismo quirófano de aquella vez. Yo odio entrar a ese quirófano porque me recuerda mucho a aquella noche. Hasta hoy en día no creo lo que me pasó, me cuesta asimilar todo”.

“La sociedad es muy machista y muy cruel. Me dijeron de todo, hablaron cosas horribles de mí. Y en el caso de una mujer que ya no está para defenderse, para decir ‘él es el culpable’, mucho más cruel es la sociedad. La gente dice ‘ella luego se lo buscó’”.

El otro lado de la moneda

Durante la visita María también nos habló sobre las dificultades y malos momentos que pasó durante todo el proceso penal.

María recibía orientación de parte de una abogada, quien no podía hacer mucho por ella más allá de ayudarla con algunas informaciones. “Fue muy agotador porque yo estaba en la facultad. Al salir de ahí yo me iba a la audiencia preliminar que se tenía que hacer y se suspendía por diversos motivos, y tenía que soportar verle ahí. Llegó un momento en que yo le dije a mi hermano que ya no aguantaba más. Perdía mis clases, perdí el día de mi post-cirugía, yo me iba toda adolorida y se volvió a suspender en varias ocasiones más. Yo ya no quería saber nada porque era muy agotador y siempre había un millón de trabas, ya había pasado un año y estaba muy cansada” relata María.

Al imputado lo habían liberado después de estar seis meses privado de su libertad. El Juez de la causa argumentó que ya había pasado la pena máxima sin previo juicio. No sólo le devolvieron su libertad sino que fue reincorporado a su lugar de trabajo, en el área de Recursos Humanos de la fiscalía de la ciudad. Sin embargo, cabe destacar que esto se dio a raíz de la suspensión de la audiencia preliminar en ocho ocasiones, hasta que finalmente en fecha 30 de agosto del 2013 María recibió una notificación donde fue informada que la audiencia preliminar sería el 27 de septiembre de ese mismo año. “Él andaba libre por las calles de mi ciudad. Yo sentía que él estaba protegido por las mismas personas que deberían darme consuelo en hacer justicia”

En cuanto a la asistencia psicológica, María tampoco tuvo una buena experiencia. “Me sentía como si estuviera hablando con la pared. Ella no me escuchaba ni me preguntaba nada: cuando le tocó hablar en el juicio metió más la pata porque ella no estaba interiorizada sobre mi caso, ya que nunca me escuchó” declaró María.

Una situación que también fue irregular en el caso de María es que el imputado ejercía su propia defensa: una persona que no había terminado la carrera de derecho, que solo cursó hasta el tercer año y por lo tanto no tenía licencia en el área, y sin embargo él ejercía parte de su defensa. Finalmente el imputado fue sentenciado a ocho años de cárcel por el daño cometido contra María; sin embargo, luego de un año le redujeron la pena a sólo cuatro años.

“Siento que mi lucha está inconclusa”

“Me enteré a través de los medios que le bajaron [la condena] de ocho años a cuatro. Para mí fue como un balde de agua fría. Siento que mi lucha está inconclusa: quiere decir que él va a salir dentro de poco tiempo y quién sabe, quizás le haga daño a alguien más. Yo vivo acá, tengo mi trabajo, mi familia, pero si él sale pronto creo que me tendré que ir aunque no quiera alejarme de mis raíces”.

Así de frágil es la justicia en nuestro país: a pesar de las peripecias y todo por la que María ha pasado para lograr que la persona que le hizo tanto daño pague por sus actos, pareciera que tanto dolor y sufrimiento no son suficientes. No sólo la sociedad le dio la espalda en su momento, sino también lo hará la justicia si se logra la disminución de la condena.

Sin embargo, no todo está perdido. Ante tanta injusticia vivida en carne propia, María reconoce que el silencio ya no es una opción e insta a las mujeres víctimas de algún tipo de violencia a no callar, a denunciar a pesar de todo y a buscar ayuda no sólo del Estado sino también de organizaciones que defienden los derechos de la mujer. “Mi objetivo principal es ayudar a otras chicas a que no tengan miedo. En este caso tuve todo a mi contra, pero Dios es grande y la verdad sale. Pueden hacer lo que quieran, comprar a quien quieran, pero al final todo está en manos de Dios”.

Nota: Soledad Aquino, Pasante del Área de Comunicación de Amnistía Internacional Paraguay
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Para denuncias sobre violencia hacia las mujeres, podes llamar gratuitamente a SOS Mujeres, Línea 137 de la Ministerio de la Mujer.

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