En el momento de redactar este informe, casi la mitad de las personas que han dado positivo al virus delCOVID-19 viven en la región de las Américas, donde, según la Organización Panamericana de la Salud, hay más de 2 millones de casos confirmados. Por desgracia, el acceso a la atención médica no es una realidad para muchas personas de las Américas, y la pandemia de COVID-19 ha llegado a una región en la que varios países ya sufren profundas crisis de atención de la salud. Para mediados de marzo de 2020, muchos países de las Américas habían dictado toques de queda, decretos de emergencia y medidas de confinamiento para responder a la propagación de la pandemia. En este contexto, un grupo de trabajadores y trabajadoras se ha visto repentinamente situado en el centro de todas las miradas. Médicos y médicas, enfermeros y enfermeras, auxiliares de enfermería, limpiadores y limpiadoras de hospital, celadores y celadoras, conductores y conductoras de ambulancia y otras personas han estado trabajando durante muchos años en segundo plano en una región en la que la inseguridad y la violencia suelen acaparar los titulares informativos. Estas personas finalmente están siendo reconocidas como esenciales para garantizar la seguridad de millones de vidas. Y, aun así, al mismo tiempo, los trabajadores y trabajadoras de la salud se enfrentan a graves desafíos a la hora de hacer realidad sus derechos humanos al trabajo y a la salud.