En 2021, Damisoa y su familia se vieron obligados
a abandonar su hogar en la región de Androy (sur de
Madagascar). Debido a las sequías agravadas por el cambio
climático, no había suficiente comida para sobrevivir.
Tras una complicada travesía de cuatro meses y 1.500
kilómetros llegaron a Boeny (noroeste del país) con la
esperanza de una vida mejor. Sin embargo, las condiciones
siguieron siendo duras. En 2023 les asignaron una
minúscula choza de cinco metros cuadrados en un lugar
de reasentamiento. Cada año, durante la estación de lluvias,
el cercano río Kamoro se desborda y el lugar queda rodeado
de aguas a menudo rápidas e infestadas de cocodrilos,
con lo que es peligroso salir de él. El terreno que lo rodea
es un páramo y el acceso a alimentación, agua potable y
atención a la salud es limitado. A principios de 2025 murió
la recién nacida sobrina de Damisoa, cuya madre, debilitada
por el hambre y la sed, no la pudo seguir amamantando.
Designado por el gobierno como responsable del lugar,
Damisoa dedica gran parte de su tiempo a abogar por
la población residente del lugar, que vive en condiciones
degradantes, pero sus peticiones no son atendidas.
Las personas desplazadas por el hambre que actualmente
residen en Boeny, como Damisoa, necesitan con urgencia
asistencia humanitaria. Sin embargo, en la actualidad
la ayuda se concentra, casi de manera exclusiva, en el sur
de Madagascar, asolado por la sequía.
Exige al gobierno que tome medidas urgentes para abordar
el hambre, la falta de hogar, la deficiente atención sanitaria
y otras penalidades a las que se enfrentan Damisoa y otras
personas de todo Madagascar desplazadas por la sequía.