La opinión pública india es cada vez más partidaria de la pena de muerte. La cineasta independiente Kadambari Gladding, que hace campaña con Amnistía en India, explica cómo están empezando a cambiar los corazones y las mentes.
«Un asesinato por asesinato no puede ser justicia», me dijo Mani mientras caminábamos por el pasillo de la escuela a la que asistía con su amigo Simon hace unos 40 años. Mani sigue viviendo en el mismo pueblo, mientras que Simon lleva casi 10 años condenado a muerte. Mani es una persona callada, pero hay cosas, como la pena de muerte, por las que a veces se enfrasca en largas conversaciones.
Marthalli, localidad del distrito de Chamrajnagar, ha tenido que librar más de una desagradable batalla contra la pena de muerte. En 2002 condenaron a muerte a cuatro hombres de ese distrito del estado de Karnataka, en el sur de India: Simon, Bilavendran, Madaiah y Gnanapragasam.
Los habían declarado culpables y condenado a cadena perpetua en 2001 por su relación con la explosión de una mina terrestre, ocurrida en 1993. Mató a 22 personas, entre ellas personal policial que se dirigía a detener al famoso contrabandista de sándalo Veerappan. En 2004, el Tribunal Supremo tomó la poco corriente decisión de elevar la condena de cadena perpetua a pena de muerte. Los cuatro llevan 20 años en prisión, casi 10 de ellos condenados a muerte. Desde hace algunos años, Mani hace campaña, junto con iglesias locales, para instar al gobierno indio a que no ejecute a Simon ni a los otros tres hombres.
Más cerca de casa
Visité el pueblo de Mani a finales de 2013 para hacer retratos en vídeo para la campaña de Amnistía India contra la pena de muerte. Los cuatro hombres llevan ya muchos años en prisión, pero son parte indeleble de la sociedad allí. Sus condenas ha traído la realidad de la pena de muerte muy cerca de casa.
Amnistía India lleva años haciendo campaña contra la pena de muerte. Ha sido difícil ir contra la marea de apoyo expresado a esta pena desde algunos sectores tras la oleada de casos de violencia contra las mujeres de que se ha venido informando ampliamente. Sin embargo, en 2013, 65.000 personas apoyaron nuestro llamamiento a poner fin a la pena de muerte. Nunca se había puesto de manifiesto de ese modo el hecho de que había apoyo demostrable sobre el terreno a la abolición.
Al haber llegado a Amnistía India desde Amnistía Nueva Zelanda, me di cuenta desde el principio de que esta campaña iba a ser polémica. Conocer a activistas que comparten mi pasión y mis convicciones me sirve de motivación cada día. Pero hasta que interactúas con el ser humano que hay tras las campañas de derechos humanos no caes en la cuenta. El simple acto de escuchar de primera mano el relato de un abuso contra los derechos humanos tiene fuerza. Te lleva a actuar.
Rodamos algunos cortos sobre tres familias en Chamrajnagar, entrevistando a las hermanas, madres e hijos de los condenados a muerte. Siempre se muestra respeto y empatía por los sentimientos y los derechos de las familias de las víctimas de delitos. Pero cuando escuchas a las familias mismas de los presos, la naturaleza fútil de la pena de muerte queda patente de inmediato. «No debe condenarse a nadie a muerte”, dijo Aruldas, hijo de Gnanapragasam. “Mi padre lleva casi 21 años preso. Eso en sí mismo es como si hubiera muerto.»
Selvamary, esposa de Gnanapragasam, añadió: «Como somos pobres, no teníamos medios para buscar asistencia letrada. Pero para los pobres, la vida es lo mismo que para los ricos. Y quitar esa vida es dolorosamente cruel.”
La sentencia del Tribunal Supremo
El 21 de enero de 2014 por la mañana, en las oficinas de Amnistía en India y en Londres, estábamos todos esperando la sentencia del Tribunal Supremo sobre las condenas de 15 presos, incluidos los cuatro de Marthalli. Con la reanudación en India de las ejecuciones en 2012 –tras haber estado suspendidas en la práctica durante ocho años– las perspectivas parecían sombrías.
Pero entonces les conmutaron a todos, Simon, Bilavendran, Madaiah y Gnanapragasam, la pena por cadena perpetua.
En esta histórica y crucial sentencia, el Tribunal Supremo de India reafirmó nuestra fe en el poder judicial indio. Hizo renacer la esperanza de que India avance lentamente hacia la abolición completa de la pena de muerte.
Aunque estas conmutaciones constituyen un avance, nuestra lucha no acaba aquí. Hay todavía muchas personas condenadas a muerte en India. Hasta que el impulso de esta reciente sentencia dé lugar a una suspensión de las ejecuciones y hasta que la pena de muerte quede abolida en India, nuestra campaña continuará.