Posted on 13 marzo 2014 by LRC-ES VII
Por Tessa Murphy, adjunta de investigación y acción del equipo de Estados Unidos de Amnistía Internacional.
Hay dos lecciones que Estados Unidos debe extraer de la excarcelación de Glenn Ford, un hombre de 64 años, condenado a muerte, que ha pasado 28 años en una prisión de Luisiana por un crimen que no cometió.
La primera lección es que la pena de muerte nunca es la respuesta, entre otras cosas, porque comporta el riesgo inevitable de ejecutar a personas inocentes. La segunda es que el sistema de justicia de Luisiana adolece de algunos problemas graves.
Glenn Ford salió a pie ayer a última hora de la tarde de la infame prisión de Angola, en el estado sureño, tras pasar casi tres decenios encarcelado por un crimen que siempre ha asegurado que no cometió.
Fue condenado a muerte en 1984 por el asesinato de Isadore Rozeman en la ciudad de Shreveport, al noroeste de Luisiana, en noviembre de 1983. Su excarcelación se produce después de que un juez de Luisiana ordenase que quedara en libertad, al revelar el estado el año pasado que en mayo de 2013 otro hombre había confesado el crimen.
Glenn Ford hace el número 144 de los presos condenados a muerte exculpados y excarcelados en Estados Unidos desde 1973, y el décimo caso de estas características que se produce en Luisiana, según el Centro de Información sobre la Pena de Muerte, con sede en Washington, DC.
Este caso muestra algunas de las peculiaridades presentes en otros casos de sentencias condenatorias injustas —abogados defensores inexpertos, testimonios de testigos dudosos y conducta indebida de la Fiscalía—. También en este caso se plantearon cuestiones relacionadas con la raza, que siempre rodean a los casos de pena de muerte en Estados Unidos. Glenn Ford es afroamericano y fue juzgado por el asesinato de un hombre blanco por un jurado compuesto por 12 personas de raza blanca, ya que la Fiscalía descartó a las personas afroamericanas durante el proceso de selección del jurado.
A pesar de la inconsistencia de las pruebas presentadas en su contra, la condena a muerte ha pendido sobre él durante decenios. La Corte Suprema de Luisiana confirmó la sentencia condenatoria y la sentencia de muerte en 1986, pese a reconocer que existían “serias dudas” en cuanto a las pruebas. Uno de los jueces había manifestado su discrepancia, alegando que no había suficientes pruebas para condenar a Glenn Ford.
Este caso recuerda a otro que lleva más de 40 años en litigio, con el que comparte muchas de las mismas deficencias. Albert Woodfox, uno de los “3 de Angola” que anteriormente compartió prisión con Glenn Ford, fue declarado culpable en 1973 del asesinato de un guardia penitenciario ante un jurado compuesto en su totalidad por personas de raza blanca. No había ninguna prueba física que lo relacionase con el crimen, se perdieron pruebas que podrían haberlo exculpado y las sentencias condenatorias se basaron en el testimonio, puesto en duda, del único testigo presencial del asesinato —posteriormente se demostró que había obtenido privilegios, como un indulto, a cambio de su declaración—.
A pesar de que su sentencia condenatoria ha sido anulada tres veces, una en una corte estatal y dos por un juez federal, Albert Woodfox sigue encarcelado mientras el litigio sobre su caso continúa. El estado de Luisiana ha recurrido todas las resoluciones judiciales en su favor, mientras siguen sin solventarse las graves deficiencias que presenta su caso. El caso se encuentra actualmente en la Corte Federal de Apelaciones. Si la Corte falla en su contra, es probable que Albert Woodfox muera en prisión.
La sentencia condenatoria de un segundo miembro de los “3 de Angola”, Herman Wallace, fue anulada el año pasado por un juez federal, basándose en la exclusión sistemática de las mujeres del gran jurado que lo acusó. Fue necesario que le diagnosticaran un cáncer terminal para que la corte federal se diese prisa en emitir su fallo sobre el caso, y un juez que reconociese que “cuando a la corte de Luisiana se le presentó la oportunidad de enmendar su error, no lo hizo”. Herman Wallace murió a los tres días de su excarcelación.
Glenn Ford y Herman Wallace perdieron decenios de sus vidas encarcelados por un sistema deficiente. Mientras tanto, la justicia sigue dando la espalda a Albert Woodford. Amnistía Internacional continúa pidiendo que sea puesto en libertad.