Nicholas Piachaud, adjunto de investigación y acción sobre el norte de África de Amnistía Internacional
Jamás deberían unos padres tener que enterrar a su hijo.
Pero, hace un año, los padres de Gaber Salah Gaber Ahmed, adolescente conocido también como “Gika”, nos dijeron que acababan de hacerlo.
Hoy, cuando los egipcios toman la calle una vez más, seguimos esperando la verdad y justicia.
El 20 de noviembre de 2012 por la mañana, Gika se sumó a las manifestaciones multitudinarias contra las fuerzas de seguridad convocadas en El Cairo.
Centenares de personas se habían congregado en la calle en torno al Ministerio del Interior con motivo del aniversario de las mortales manifestaciones de la calle de Mohamed Mahmoud del año anterior.
Pero ese día Gika jamás volvió a casa.
Del escenario de las manifestaciones lo llevaron a toda prisa a un hospital, donde los médicos lo declararon clínicamente muerto. Tenía una bala de escopeta alojada en la cabeza.
Su familia lo enterró el 26 de noviembre de 2012, tras parársele el corazón al cabo de seis días de conexión a una máquina que mantenía sus constantes vitales.
Nos entrevistamos con la familia de Gika en su casa unos días después del entierro. Sentados en el dormitorio del muchacho, intentamos reconstruir la sucesión mortal de acontecimientos. Teníamos el testimonio en vídeo de un testigo presencial, que afirmaba haber estado con Gika durante los minutos previos a los disparos y haber visto a la policía abrir fuego contra los manifestantes; la declaración de un amigo que había llegado allí minutos después de que Gika recibiera el disparo, y la autopsia, en la que se encontraron balas de escopeta alojadas en el cerebro y el pecho del muchacho.
Entre indignada y afligida, la familia nos contó que temía que las fuerzas de seguridad hubieran atacado a Gika deliberadamente. Explicó que unos informantes de la policía habían preguntado por él en el barrio. Había recibido llamadas de teléfono anónimas en las que le decían que dejara de criticar a la Hermandad Musulmana.
Es posible que Gika estuviera ya prácticamente muerto en el momento en que puso un pie en la calle.
La familia explicó que habían hecho caso omiso de las muestras de condolencia ofrecidas por la oficina del ahora depuesto presidente Mohamed Morsi tras el homicidio del muchacho. Lo que querían era verdad y justicia.
Pero ya entonces sabían que no había mucha esperanza.
“No hay nada que decir –nos explicó el padre por teléfono meses después–. Ya no hay jueces ni justicia en Egipto.”
En la actualidad, parece que las fuerzas de seguridad egipcias no responden a nadie.
Los fiscales encargados de investigar la muerte de Gika parecen más preocupados por encerrar a los partidarios de Morsi que por investigar las violaciones de derechos humanos perpetradas por las fuerzas de seguridad.
Hasta ahora, las investigaciones sólo han permitido procesar a unos cuantos agentes de policía desde la “Revolución del 25 de enero” de 2011.
Desde entonces han muerto a manos de la policía centenares de manifestantes más. Es decir que hay centenares de familias como la de Gika esperando aún respuestas.
El enojo que suscita la inacción de las autoridades es palpable. Ayer, el gobierno inauguró con gran fanfarria un monumento en la plaza de Tahrir, famosa por haber sido el foco del levantamiento de 2011 y de incontables manifestaciones desde entonces.
Los manifestantes tardaron menos de un día en destruirlo. No es lo mismo un monumento que rendición de cuentas.
La imagen de Gika ha perdurado. En los meses siguientes a su muerte se veía su rostro por todas partes: garabateado en carteles, impreso en camisetas, e incluso bosquejado en las tiendas de los manifestantes acampados en la plaza de Tahrir, donde había empezado todo.
Pero Gika no volverá jamás a casa.
Hace un año, las fuerzas de seguridad acabaron en un momento con una vida de esperanza y posibilidades y dejaron a una familia librando de por vida una lucha por la verdad y justicia.
“No renunciaré a los derechos de Gika –nos dijo su padre hace unos meses–. Haré cuanto pueda para llevar a los agentes responsables ante la justicia.”
“Se que si se juzga y encarcela a los perpetradores en el caso de Gika, se llevará ante la justicia al resto de los penetradores en otros casos.”
Un año después, la familia sigue esperando.
Más información:
Egypt: State-sanctioned pattern of excessive use of force by security forces (noticia, 14 de octubre de 2013)
Egypt’s disastrous bloodshed requires urgent impartial investigation (noticia, 16 de agosto de 2013)
Té y gas lacrimógeno en la Plaza Tahrir (artículo, 29 de noviembre de 2012)
Egipto: Las paredes hablan. Los grafitis de la calle Mohamed Mahmoud de El Cairo (artículo, 18 de noviembre de 2012)
Egipto: Las autoridades militares han “aplastado” las esperanzas de los manifestantes del 25 de enero (noticia e informe, 22 de noviembre de 2011)