Los familiares de Eblin Noel Corea Maradiaga estuvieron 41 días vigilando su tumba. Hicieron turnos, e incluso instalaron una bombilla sobre la lápida de cemento, para asegurarse de que nadie se acercaba furtivamente por la noche para llevarse la bala alojada en su pecho. En su búsqueda incansable de justicia, los padres del muchacho decidieron proteger todo lo que pudiera servir para probar que lo había matado el ejército hondureño.
“Los vigilamos día y noche. Tenemos miedo de que entren y roben la bala, y quieran esconder su crimen”, explicó la madre de Eblin, Erika Maradiaga, en una entrevista con Amnistía Internacional.
Eblin murió en los brazos de su padre el mismo día en que el presidente Juan Orlando Hernández desplegó el ejército para reprimir las manifestaciones en contra del gobierno.
Los vigilamos día y noche. Tenemos miedo de que entren y roben la bala, y quieran esconder su crimen.
Erika Maradiaga, madre de Eblin
Al menos 5 personas han muerto y casi 80 han resultado heridas desde que estallaron las protestas en contra de las controvertidas reformasde los sistemas educativo y de salud el 25 de abril. El uso excesivo de la fuerza por parte de las autoridades ha violado el derecho internacional, pero sigue impune. Esto significa que prácticamente nada disuade a las fuerzas de seguridad de cometer más delitos a medida que las protestas siguen cobrando intensidad tras denunciarse en un documento judicial de Estados Unidos que la campaña presidencial de Hernández de 2013 fue financiada en parte por narcotraficantes.
Alto, delgado, de pelo moreno y corto y 17 años de edad, Eblin tenía dos hermanas menores que él. Iba todavía al colegio, pero había intentado reiteradas veces llegar a México con la esperanza de ganar allí algo de dinero para ayudar a su familia.
Entrevistado en su modesta casa de Yarumela, pequeña localidad conocida sobre todo por sus ruinas mesoamericanas, el padre de Eblin, Eblin Danilo Corea, explicó que su hijo se había sumado a las protestas para defender el derecho del pueblo hondureño a la salud. Estaba decidido a luchar por un país mejor, pese a los ruegos de su padre para que se quedara en casa a ayudarlo con la cosecha de maíz.
En cambio, el 20 de junio Eblin fue víctima de la política de represión de Hernández. Esa tarde, una manifestación había bloqueado brevemente la carretera de entrada en Yarumela con neumáticos ardiendo, pero había sido dispersada ya cuando, justo después de las siete de la tarde, llegó un convoy militar. Sin advertencia previa, alrededor de 10 soldados fuertemente armados se apearon de los vehículos, comenzaron a disparar contra la población civil desarmada de la zona y salieron en persecución de varias personas, entre ellas Eblin y su padre.
“¿Por qué nos persiguieron? ¿Por qué nos dispararon?”, preguntó el padre de Eblin. “No estábamos armados, y no había razón para perseguirnos.”
Padre e hijo se refugiaron en un callejón, cuando el primero vio que un soldado se arrodillaba, apuntaba y disparaba, alcanzando a Eblin en el pecho.
“Yo le metía la mano en la boca a mi hijo intentando que respirara”, dijo, pero el muchacho murió antes de llegar al hospital.
Decidida a conseguir justicia para Eblin, su familia se sintió consternada cuando la fiscalía se negó inicialmente a permitir que personal forense de confianza le practicara la autopsia. Tras vigilarlo durante seis semanas, al final, el 31 de julio, la familia consiguió que la fiscalía transigiera y exhumó el cadáver. Ahora espera que la autopsia –junto con otras pruebas y declaraciones de testigos– ayude a las autoridades a identificar y procesar a quien disparó contra el muchacho.
Negándose a aceptar la impunidad, la familia de Eblin espera animar a las familias de otras víctimas que permanecen calladas por miedo y ayudar a impedir que se cometan más homicidios.
“Ojalá sirva para algo,” dijo la tía de Eblin, Reina Maradiaga. “La muerte del niño no puede ser en vano.”
Pero no han de ser las víctimas las encargadas de garantizar que se hace justicia. Es a las autoridades hondureñas a las que corresponde poner fin a este círculo vicioso de impunidad que fomenta la comisión de violaciones de derechos humanos. Deben investigar sin demora todo acto delictivo cometido durante las protestas y someter a todos los presuntos responsables a juicios justos ante tribunales civiles ordinarios.
Ojalá sirva para algo. La muerte del niño no puede ser en vano.
Reina Maradiaga, tía de Eblin
Con las manifestaciones volviéndose más clamorosas de día en día, el presidente Hernández debe poner fin por completo y de inmediato a la represión estatal, cumplir las normas internacionales sobre el uso de la fuerza y garantizar el derecho a la libertad de expresión y de reunión pacífica.
Homicidios como el de Eblin no deben volver a cometerse jamás.