Egipto: Reformas simbólicas no acaban con el azote de la violencia generalizada contra las mujeres

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Un nuevo documento de Amnistía Internacional revela que las mujeres y niñas egipcias se enfrentan, tanto en su propio hogar como en espacios públicos, a situaciones de una violencia alarmante, entre las que se incluyen las agresiones sexuales en grupo y las torturas bajo custodia del Estado.

El informe ‘Circles of hell’: Domestic, public and state violence against women in Egyptdocumenta cómo, a pesar de las reformas parciales acometidas en los últimos tiempos, las carencias de la legislación egipcia y la arraigada impunidad siguen fomentando en el país la violencia sexual y de género.

«La realidad es que las mujeres y niñas egipcias deben hacer frente a un fantasma, el de la violencia física y sexual, que está siempre presente y las acecha en todas las facetas de su vida. Muchas sufren brutales palizas, agresiones y abusos en el hogar, a manos de su cónyuge o de sus familiares. Fuera de casa se enfrentan a un acoso sexual incesante y al riesgo de ser objeto de agresiones en grupo, si es que no caen presa de la violencia de los agentes del EStado», ha asegurado Hassiba Hadj Sahraoui, directora adjunta del Programa Regional para Oriente Medio y el Norte de África de Amnistía Internacional.

Las autoridades egipcias han anunciado una serie de iniciativas simbólicas a lo largo de los últimos meses, como la adopción de una ley que criminaliza el acoso sexual, pero el compromiso público del presidente Abdel Fatah al Sisi de abordar este problema aún no se ha traducido en una estrategia cohesiva y continuada. Entre tanto, siguen sin reconocer la magnitud del problema y sin acometer las reformas necesarias para atajar eficazmente la violencia y las actitudes discriminatorias contra las mujeres, que están profundamente arraigadas.

«Durante años, los sucesivos gobiernos de Egipto se han erigido en abanderados de los derechos de las mujeres como estrategia de relaciones públicas o se han valido de la violencia contra ellas para anotarse un tanto fácil frente a sus oponentes. Mientras, las autoridades culpan a sus adversarios de la violencia sexual generalizada y prometen reformas que nunca llegan», afirma Hassiba Hadj Sahraoui.

«La violencia y la discriminación afectan a todas las mujeres, más allá de las diferencias políticas. Es hora de ir más allá de gestos simbólicos y promesas incumplidas: las autoridades egipcias deben aprovechar la oportunidad que suponen las elecciones parlamentarias de marzo para poner esta cuestión en primer plano de la agenda política. No puede haber ‘síes’ ni ‘peros’ a la hora de poner fin a los abusos y asegurar que las mujeres pueden participar en la vida pública».

En un estudio publicado por ONU Mujeres en 2013, más del 99 por ciento de las mujeres y niñas egipcias a las que se entrevistó afirmaron haber sufrido algún tipo de acoso sexual. Desde que el año pasado se adoptó una nueva ley que contempla penas mínimas de un año de prisión para delitos de acoso sexual, algunos casos han acabado en condenas. Sin embargo, la inmensa mayoría de las mujeres sigue esperando justicia. A menudo, cuando piden ayuda, la policía y el sistema judicial las tratan con indiferencia o desprecio.

Amnistía Internacional exhorta a las autoridades a poner en marcha una estrategia para atajar la violencia contra las mujeres, algo que llevan largo tiempo prometiendo y retrasando.

«Las autoridades prometen mucho, pero han sido muy escasas las reformas en profundidad que que tanta falta hacen», asegura Hassiba Hadj Sahraoui.

«Las mujeres son un elemento fundamental de la solución para los problemas de Egipto. Es hora de que las autoridades conciban un plan para acabar con esta larga trayectoria de violencia y discriminación.»

Agresiones sexuales en grupo

Las agresiones sexuales en espacios públicos se han multiplicado en los últimos años, especialmente durante las manifestaciones celebradas en la plaza Tahrir de El Cairo. Muchas mujeres han sido violadas y agredidas sexualmente a manos de multitudes violentas, que las manosean, las desnudan y las arrastran por la calle, o las agreden con palos, cuchillos y cinturones. Las autoridades no han mostrado la diligencia debida a la hora de prevenir estos ataques y proteger a las mujeres frente a la violencia.

Además, la legislación egipcia contra las violaciones y otras agresiones sexuales sigue distando mucho de ajustarse a las normas internacionales de derechos humanos. Aunque los tribunales han encarcelado a un puñado de hombres por agresiones perpetradas en la plaza Tahrir, muchas sobrevivientes siguen aguardando que se haga justicia.

Mujeres bajo custodia del Estado

El documento también expone el deplorable trato que reciben las mujeres arrestadas o que se encuentran bajo custodia del Estado. Varias mujeres y niñas afirman que, mientras se encontraban arrestadas, sufrieron torturas y malos tratos –que incluyen violencia sexual– a manos de las fuerzas de seguridad.

En las cárceles, las detenidas se ven sometidas a torturas y malos tratos con impunidad. Por ejemplo, una reclusa fue obligada a tumbarse frente a otras presas mientras la azotaban en los pies. Incluso se han dado casos de mujeres embarazadas sometidas a tratos degradantes o inhumanos, como tener que dar a luz esposadas.

«Aunque buena parte de la atención se concentra en los casos más conocidos de presos de sexo masculino, nos llegan verdaderas historias de terror sobre el trato cruel e inhumano que reciben las reclusas en las cárceles de Egipto. Todas las mujeres que se encuentran en prisión o bajo custodia policial deben contar con protección frente a la violencia, la tortura y los malos tratos, lo que incluye las violaciones y los castigos corporales», ha afirmado Hassiba Hadj Sahraoui.

Violencia en el ámbito familiar y leyes de divorcio discriminatorias

Según las últimas cifras oficiales, casi la mitad de las participantes en un estudio del Ministerio de Sanidad afirman haber experimentado algún tipo de violencia en el ámbito familiar. Las sobrevivientes a las que entrevistó Amnistía Internacional describen brutales casos de abuso físico y psicológico, y afirman que sus esposos las golpean, azotan e infligen quemaduras, y en algunos casos las encierran en su casa contra su voluntad. También aseguran que el sistema judicial egipcio no les ofrece la protección que debería.

Muchos de sus problemas son resultado de actitudes prejuiciosas y se ven agravados por el carácter discriminatorio de la ley egipcia de estado civil, así como por otras disposiciones que obligan a las mujeres a recorrer un camino jalonado de obstáculos insalvables para demostrar que sus esposos les han causado daño.

Por otro lado, los servicios para sobrevivientes de la violencia sexual y de género son casi inexistentes. Las mujeres que denuncian este tipo de agresiones se enfrentan a muchas dificultades, como la falta de interés de los fiscales y de las fuerzas de seguridad, así como a las carencias del Código Penal, que no persigue expresamente la violencia en el ámbito familiar ni las violaciones conyugales. Por eso, muchas mujeres sometidas a violencia en el ámbito familiar se ven abocadas a sufrir en silencio.

La legislación relativa al divorcio también resulta profundamente discriminatoria y, a menudo, atrapa a las mujeres en relaciones abusivas. Mientras que los hombres pueden divorciarse unilateralmente sin necesidad de justificación, las mujeres se ven obligadas a renunciar a sus derechos económicos aceptando un divorcio «amistoso» (khol) o, en su defecto, disputar una larga y costosa batalla legal para demostrar que su esposo «les causó daño».

«Las últimas medidas que se han adoptado para proteger a las mujeres son mayormente simbólicas. Las autoridades deben demostrar que sus reformas van más allá de la superficie y acometer un esfuerzo continuo para transformar la sociedad egipcia y hacer frente a una serie de actitudes firmemente arraigadas», ha manifestado Hassiba Hadj Sahraoui.

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