Un año después de los naufragios de Lampedusa, en los que perdieron la vida más de 500 personas, un nuevo informe de Amnistía Internacional pone de relieve cómo la vergonzosa pasividad de los países de la Unión Europea (UE) ha contribuido a una espiral de muertes, con miles de refugiados y migrantes que han perdido la vida en su desesperado intento por llegar a las costas europeas.
El informe de Amnistía Internacional Lives adrift: Refugees and migrants in peril in the central Mediterranean expone los resultados de las recientes visitas de Amnistía Internacional a Italia y Malta, incluido un viaje de investigación en una embarcación de la Armada italiana. En entrevistas con supervivientes de naufragios, expertos y autoridades sale a la luz la realidad de los peligros a los que se enfrentan las personas que huyen de la guerra, la persecución y la pobreza, y la lamentable respuesta de la mayoría de los Estados europeos.
“Mientras la UE eleva sus muros, cada vez son más los refugiados y migrantes que se lanzan al Mediterráneo intentando desesperadamente llegar a las costas europeas. Traficantes sin escrúpulos hacen que todas las semanas cientos de ellos se jueguen la vida en desvencijadas embarcaciones, entre la esperanza y la desesperación”, ha dicho John Dalhuisen, director del Programa Regional para Europa y Asia Central.
“Desde comienzos de año, más de 2.500 personas han perecido ahogadas o han desaparecido en el Mediterráneo procedentes del norte de África. Europa no puede ignorar la tragedia que se desarrolla ante sus puertas. La UE y sus miembros deben desplegar urgentemente más embarcaciones de búsqueda y salvamento en el Mediterráneo central, con órdenes claras de salvar vidas en alta mar y con recursos adecuados para llevar a cabo esta tarea.”
Los conflictos y las persecuciones en Oriente Medio y África, las privaciones económicas y el cierre de las fronteras terrestres del sureste de Europa han empujado al mar a estas personas desesperadas.
En 2014, más de 130.000 refugiados y migrantes han cruzado irregularmente por mar las fronteras meridionales europeas. Casi todos ellos –en su inmensa mayoría procedentes de una Libia asolada por la guerra– han sido rescatados por la Armada italiana.
El informe señala fallos estructurales en los servicios de búsqueda y salvamento del Mediterráneo central y pide más rutas seguras y legales para las personas que se dirigen a Europa huyendo del conflicto y la persecución. Esto puede conseguirse mediante los programas de reasentamiento y admisión humanitaria y facilitando la reunificación familiar. El documento plantea también la revisión del Reglamento de Dublín que rige la tramitación de las solicitudes de asilo en la UE.
Amnistía Internacional habló en Italia y Malta con más de 50 refugiados y migrantes. Lo que contaban respecto a los peligros que arrostraron durante su viaje, incluidos golpes y hacinamiento, era casi siempre parecido. Algunos sobrevivieron al naufragio de sus embarcaciones o a otros incidentes que podrían haberles costado la vida.
Mohammed, un joven de 22 años de Damasco (Siria), dijo a Amnistía Internacional: “Cuando salimos de Libia, éramos 400 personas con unos 100 niños. Tuvimos que remar en barcas hasta la embarcación que nos llevaría. Cuando la vi, me di cuenta de que era un desastre. Yo no quería subir, pero el traficante me obligó a hacerlo a punta de pistola. Tardamos dos horas en embarcar. A eso de las dos de la mañana oí disparos. [Una embarcación con hombres armados] se colocó delante de la nuestra y estuvo intentando detenerla durante aproximadamente cuatro horas. Disparaban desde muchos sitios. Al amanecer se fueron. El barco se balanceaba, dañado. Arrojamos por la borda todas nuestras bolsas, incluso los chalecos salvavidas. ¡Queríamos sobrevivir!”
La falta de coordinación entre los Estados ribereños, especialmente Malta e Italia, agrava aún más los peligros del viaje. La disputa que mantienen desde hace tiempo Malta e Italia respecto a sus obligaciones de búsqueda y salvamento puede haber costado la vida a cientos de refugiados y migrantes el 11 de octubre de 2013, cuando un barco arrastrero que transportaba a más de 400 personas se hundió en la zona de búsqueda y salvamento maltesa.
Los dirigentes de la UE no tomaron ninguna medida significativa tras las protestas internacionales exigiendo más esfuerzos para salvar vidas en el mar. El único país de la UE que reaccionó fue Italia con la Operación Mare Nostrum, desplegando a una importante parte de su Armada para operaciones de búsqueda y salvamento en el Mediterráneo central.
Sin embargo, ni siquiera los esfuerzos de Italia –que además ha declarado recientemente que la operación no es sostenible a largo plazo– han sido suficientes para impedir la dramática pérdida de vidas que tuvo lugar durante el verano de 2014.
“La Operación Mare Nostrum ha salvado decenas de miles de vidas en el mar, pero no es una solución a largo plazo. Es preciso un esfuerzo concertado de los países de la UE para hacer frente a una responsabilidad que es de la UE”, Ha dicho John Dalhuisen.
“La reciente propuesta de intervención de Frontex, el organismo de gestión de fronteras de la UE, será un paso positivo sólo si los Estados miembros de la UE despliegan suficientes medios en alta mar y si su mandato subraya claramente las funciones de búsqueda y salvamento”.
La necesidad de reformar el sistema de asilo de la UE.
Amnistía Internacional argumenta también que el Reglamento de Dublín, en virtud del cual el primer Estado miembro de la UE al que llega el solicitante es el responsable de tramitar su solicitud de asilo, impone una injusta presión sobre los países implicados en las operaciones de salvamento, responsables de cubrir sus necesidades a más largo plazo.
El hecho de que no haya un reparto de responsabilidades entre los países de la UE disuade a los países meridionales, especialmente a Malta, de traer a sus puertos a refugiados y migrantes. La Operación Mare Nostrum es un parche temporal a este problema, pero si se cancela sin sustituirla adecuadamente, los retrasos y las disputas sobre las obligaciones de búsqueda y salvamento volverán a poner en peligro vidas.
“Independientemente de los peligros y de las medidas que tome la UE para mantenerlos fuera de sus fronteras, refugiados y migrantes continuarán arriesgando sus vidas y las de sus hijos para huir de las guerras, las violaciones de derechos o la pobreza de sus países de origen. Los Estados de la UE no pueden dirigirlos hacia una de las rutas marítimas más peligrosas del mundo y luego abandonarlos a su suerte”, ha dicho John Dalhuisen.