“¿De verdad somos agentes extranjeros?”: La represión de la sociedad civil en Rusia

Por Valentina Cherevatenko, directora de una ONG rusa que ha sido demandada con arreglo a la denominada “ley de agentes extranjeros”. La ley, promulgada por las autoridades rusas a finales del año pasado, establece la obligatoriedad de registrarse como “organización que realiza funciones de agente extranjero” para todas las ONG que reciban financiación extranjera y participen en “actividades políticas” que la propia legislación define de un modo muy general.

A comienzos de este año celebramos el 20 aniversario de nuestra ONG, la Unión de Mujeres del Don, cuyo nombre procede del imponente río Don que pasa cerca de nuestra ciudad, Novocherkassk, en la región meridional rusa de Rostov.

Durante estos 20 años nos hemos centrado en la promoción de la paz y los derechos humanos por medios no violentos. En marzo de este año nos quedamos conmocionadas cuando un grupo enorme de autoridades registraron nuestras oficinas: había personas de la fiscalía, la agencia tributaria y los servicios de seguridad, además de policías, bomberos y auditores financieros. Al parecer querían comprobar nuestras actividades en relación con la “ley de agentes extranjeros”.

Nuestras actividades nunca han sido secretas, hemos ayudado a miles de personas que pueden atestiguarlo.

Nuestra ONG cuenta con profesionales de la abogacía y la psicología y con defensores y defensoras de los derechos humanos dispuestos a asesorar a personas de toda la región acerca de diversas cuestiones que afectan a su vida diaria: la familia, el trabajo, la vivienda, las pensiones. A nuestra consulta han acudido más de 12.000 personas.

En nuestros proyectos han participado más de 7.000 personas de toda Rusia: civiles y militares, profesores y estudiantes, miembros del Parlamento y de administraciones locales, periodistas y policías. En los últimos 20 años nos hemos ocupado de cuestiones relativas a la violencia contra las mujeres, la discriminación de género, la paz y la cooperación entre distintos pueblos, la colaboración con organismos encargados de hacer cumplir la ley, y los derechos humanos.

Hemos ido creciendo con el tiempo, y ahora somos una de las ONG más grandes e influyentes de la región de Rostov. La Unión de las Mujeres del Don está formada por 8 grupos y más de 60 activistas en distintas ciudades de la región.

Hemos ofrecido apoyo material y psicológico a personas que han quedado en la indigencia y sin hogar a consecuencia de las inundaciones en la ciudad de Krymsk, que quedó totalmente anegada en julio del año pasado. Poco después de las inundaciones, con la ayuda de 250 voluntarios enviamos camiones con ropa, agua potable, alimentos y artículos de higiene. Organizamos un seminario para formar a los profesores de la ciudad sobre cómo orientar a las víctimas de las inundaciones.

Llevamos desde diciembre pasado trabajando en un proyecto para promover el diálogo y la tolerancia entre distintos sectores sociales. En este diálogo queremos promover que se manifiesten opiniones diferentes sobre los problemas más importantes de nuestra vida diaria, y queremos que se haga de forma civilizada y tolerante. Queremos que las personas aprendan a respetar puntos de vista distintos.

Así que, ¿de verdad somos agentes extranjeros? ¿Acaso no estamos trabajando para nuestra gente? ¿Cómo es posible que consideren que nuestras actividades son de carácter “político”?

La legislación rusa no define qué se entiende por “actividad política” ¡de manera que las autoridades tienen carta blanca para procesar a las ONG cuando les dé la gana!

En los ocho meses transcurridos desde el registro de nuestras oficinas en marzo hemos pasado horas y horas intentando demostrar que nuestro único objetivo es ayudar a personas corrientes en su vida diaria; ¿es esto ambición política? Quizás esto sea lo que todos los políticos deberían ambicionar.

La Unión de Mujeres del Don no tiene nada de qué avergonzarse ni por lo que debamos sentirnos culpables. Estamos orgullosas de nuestro trabajo. Por eso hemos decidido en una reunión que no podemos ni debemos catalogarnos como “agentes extranjeros”.

Los tribunales han desestimado todos los cargos administrativos contra nosotras. Sin embargo, ahora nos han demandado por negarnos a registrarnos como “agentes extranjeros”.

No sé qué va a ser de nosotras. No sé qué va a pasar, porque mi trabajo es mi vida.

Sé que todos los días recibimos llamadas de apoyo de personas a las que hemos ayudado.

El cierre de nuestra organización va a afectar a muchísima gente. La situación va a ser realmente terrible si las autoridades nos hacen la vida imposible para intentar que cerremos nuestra organización.

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