Carta abierta a Putin – 148 ONG condenan la ley sobre “agentes extranjeros”.

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Por Sergei Nikitin, director de la Oficina de Amnistía Internacional en Moscú

Es bien sabido que algunos miembros de los servicios secretos soviéticos se unieron a la KGB tras ver películas sobre agentes secretos soviéticos y espías enemigos. Algunos lo admitieron abiertamente.

En esas películas, los soviéticos aparecían como hombres íntegros, mientras que a los extranjeros se los retrataba siempre como a espías. Durante años, la censura gubernamental prohibió las películas extranjeras de James Bond en las pantallas soviéticas, pero la era de los reproductores de vídeo, en la década de 1990, trajo también esas películas hasta aquí. Al espía, James Bond, se le conocía por su nombre en clave: Agente 007. Pese a su atractivo físico, todos los compatriotas lo tenían muy claro: no era uno de ellos.

Con el transcurso de los años, los fans de las películas de espías pasaron de la KGB a otros puestos, pero parece que la imagen del agente enemigo extranjero permanece en su memoria. Y, ¿quién sabe?, quizá ha dado lugar a la idea de que si llamas “agente” a alguien a quien deseas desacreditar, las asociaciones negativas entrarán en juego. A los rusos no les gustan los “agentes”.

En su opinión, toda persona que critique al gobierno –incluidas las organizaciones de la sociedad civil– merece ser difamada con ese título. Entre quienes lo han recibido se encuentran ONG que acusaron al gobierno de violaciones de derechos humanos, en un intento de proteger a los ciudadanos y ciudadanas corrientes de las acciones ilegales de las autoridades. Esos defensores y defensoras eran una piedra en el zapato de la élite gobernante rusa, y se tomó la decisión: había que hacer algo con ellos.

Dicho y hecho.

Hace dos años, entró en vigor la ley adoptada por la Duma (cámara baja del Parlamento ruso). Se la conoce universalmente como ley de “Agentes Extranjeros”, pese a que en realidad se trata de una enmienda a una antigua ley sobre “organizaciones no comerciales”. En principio, esta ley actualizada con todas sus novedades no se aplicó, pero en febrero de 2013 la Fiscalía rusa inició una serie masiva de inspecciones de ONG en todo el país. Las inspecciones vinieron seguidas de vistas judiciales. La campaña de difamación en gran escala contra las ONG había comenzado.

Sin embargo, pese a las exigencias de las autoridades, los activistas de derechos humanos se negaron a autodenominarse agentes extranjeros voluntariamente. Cuando todas las ONG rusas se unieron en solidaridad y declararon, de una vez por todas, que no eran “agentes” despertaron una admiración generalizada.

Las autoridades rusas tuvieron que apresurarse a modificar la fatídica ley. Tras las nuevas enmiendas, ahora la introducción en el registro de “agente extranjero” se impone unilateralmente, sin revisión judicial. En la lista en cuestión aparecen también organizaciones destacadas de derechos humanos. Para ser incluido en ese registro, basta con una firma del Ministerio de Justicia. Tan sólo esta semana, otras dos organizaciones han sido incluidas en el registro y estigmatizadas con la etiqueta de “agente extranjero”.

Las ONG rusas siguen rechazando el insultante estigma: ninguna de las organizaciones incluidas forzosamente en el registro va a mentirse a sí misma o a la sociedad. No son “agentes”. Estas personas, que representan a diversas ONG en distintas ciudades de nuestro país, trabajan por el bien de nuestros conciudadanos, ayudando a las personas cuyos derechos han sido violados por las autoridades rusas.

Los dos últimos años de presión y denigración contra los activistas de la sociedad civil, la oleada de propaganda gubernamental y la sarta de mentiras e insultos han dificultado enormemente la vida a los defensores y defensoras de los derechos humanos, los ecologistas y los activistas. Las ONG que colaboran con ellos en otros países conocen perfectamente su lucha, y han respondido a ella con numerosas acciones de solidaridad llevadas a cabo en el extranjero en apoyo de la sociedad civil rusa durante los dos últimos años.

Hasta el día de hoy, segundo aniversario de la vergonzosa ley de “Agentes Extranjeros”, casi 150 ONG, nacionales e internacionales, han firmado una carta al presidente Putin en la que le piden que anule la nefasta legislación.

Junto con mis colegas de Amnistía Internacional, y en presencia de periodistas, esta semana entregué esta carta a la Administración Presidencial. Los colegas de 32 países que la han firmado aguardan ahora la reacción de las autoridades rusas.

Presentamos la carta junto con seis páginas de firmas y un cartel de 90 x 150 cm que reproduce el texto de la carta. Para nuestra gran sorpresa, las dos cosas fueron aceptadas, aunque el gran cartel provocó un cierto alboroto entre los empleados de la Administración Presidencial.

Podría pensarse: “Bah, todo esto carece de sentido”. Pero no es así, en absoluto. Los más de 50 años de activismo de Amnistía Internacional en todas las regiones del mundo sugieren lo contrario.

En la historia de nuestro país hubo días más sombríos. Hemos sufrido numerosas campañas de mentiras y difamaciones contra ciudadanos y ciudadanas individuales, grupos de ciudadanos y naciones. Los difamadores han repetido siempre la misma cantinela que las autoridades.

Sin embargo, el transcurso inexorable de la historia nos muestra que la verdad siempre se restaura y que la justicia prevalece. Puede llevar años, y en ocasiones requiere una inmensa fuerza.
Pero todos sabemos que todas las personas a las que se difama y estigmatiza con la etiqueta de “agente extranjero” son en realidad personas muy fuertes y valerosas. Y, en última instancia, esta sombría página de la historia se recordará con repugnancia.

Una versión de este blog se publicó originalmente (en ruso) en el:  sitio web de Ekho Moskvy

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